No digo yo que sea un caballo de Troya lo que los británicos nos han colado con la última prórroga del Brexit; puede decirlo y lo ha dicho el presidente de «la France», como Macron, aunque lo diría mejor De Gaulle, y estar pensando en Donald Trump. Me parece más expresivo hablar de que nos han colado en el Parlamento Europeo una pelea de perros y gatos, la que tienen ellos en el Parlamento británico. Que no es poco. Después de tres años de negociación, medio de debates parlamentarios y haber derrotado cuatro veces la propuesta de acuerdo para el Brexit de la premier Theresa May y, además, el pasado enero tumbaron las nueve enmiendas que propusieron distintos parlamentarios. Los dos partidos mayoritarios están divididos: los tories gobernantes tienen un nutrido grupo de brexiters que le han pedido la dimisión a Theresa May. Un 15% de los laboristas también están a favor del Brexit, porque en el País de Gales donde tienen a sus electores fue la opción más votada. Está división tiene paralizados al laborista Jeremy Corbyn y a May. Ahora cuando la primera ministra ha iniciado las negociaciones con el Partido Laborista, los más radicales conservadores la han criticado duramente por reunirse con «comunistas».

Donald Tusk, el presidente de la Consejo Europeo, exigía la ratificación previa del acuerdo antes de cualquier prórroga; ahora, para mantener la unión de los 27, Francia ha cedido y, a propuesta de Tusk, acepta llevar la nueva fecha de salida al 31 de octubre, la noche de Halloween: dulce, susto, broma o travesura. Cualquiera sabe. El temor de Macron está plenamente justificado, en mi opinión, Gran Bretaña va a participar en la elección del Parlamento y una parte de los eurodiputados serán partidarios del Brexit y antieuropeístas. Desde el Parlamento Europeo pueden bloquear o modificar determinados acuerdos legislativos, participar en la elección de la nueva Comisión Europea para final de año, e incluso la del propio presidente. No cabe ninguna duda de que van a unir sus votos con las huestes derechistas de Steve Bannon y Donald Trump, o lo que es lo mismo con Salvini y Orban paralizando cualquier avance hacia una mayor unión política europea. La «garantía» de que esto no suceda es el compromiso de lealtad pedido a la primera ministra británica. No hay tal garantía.

En estos casi cuatro años los británicos han dicho muchas veces lo que no quieren que sea el Brexit. Solo en una ocasión la mayoría de los 650 miembros del Parlamento han acordado algo: por 390 votos a favor, 81 en contra, y el resto abstenciones: rechazaron el «Brexit duro» el pasado día 9. Es la llamada enmienda Cooper-Letwin que se ha convertido en ley tras la aprobación de los Lores y la ratificación por la Reina. La enmienda ha sido promovida por Ivette Cooper una de las diputadas laboristas más activas en esta materia, y el conservador Oliver Letwin. A partir de ahí se puede justificar prolongar el periodo de transición para evitar las consecuencias nefastas para la economía europea y británica. La situación obligaría a una negociación urgente de los británicos con Estados Unidos y convertirían a las islas en un «portaaviones» de Trump ante las costas europeas.

Partiendo de que el acuerdo cerrado es intocable las negociaciones entre la conservadora May y el laborista Corbyn se moverían entre cuatro opciones: mantenerse en la unión aduanera permanente; la Unión Europea exigiría también la libertad de tránsito de personas. Es lo que propone Corbyn, evitaría reimplantar la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte que era el principal escollo para el acuerdo del Brexit. Para buena parte de los británicos tiene el inconveniente de que las normas del mercado las pondrían solo los 27 y, además, Gran Bretaña tendría limitaciones para llegar a acuerdos comerciales con terceros. La segunda opción es lo que algunos llaman el modelo de Noruega, también de Suiza, Islandia y Liechtenstein, que es la antigua zona de libre comercio (EFTA) que en su día crearon los británicos como alternativa al Mercado Común Europeo. Tercera, la alternativa es convocar un nuevo referéndum; bien planteando la disyuntiva entre permanecer o salir; o entre permanecer o ratificar el acuerdo negociado por May que el Parlamento británico ha tumbado ya cuatro veces. Por último, siempre cabe retirar el artículo 50 y seguir en la Unión Europea, después de Halloween, como si nada hubiera pasado. ¡Trato o susto!