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Miedo al futuro

La revolución digital y la incertidumbre política disparan la obsesión por la ciencia ficción y las distopías

Las novelas "Un mundo feliz", de Aldous Husley, y "1984", de George Orwell, permanecen encaramadas en las listas de los libros más vendidos desde hace muchos meses. Entre las series, el alimento del espíritu de este tiempo, las de más éxito son las que describen un futuro de pesadilla; baste recordar "El cuento de la criada", "Dark" o "Black Mirror", La pasada semana, "The New Yorker" arrancaba su especial sobre el cincuenta aniversario de la publicación del clásico histórico-distópico de Kurt Vonnegut "Matadero Cinco" con estas tajantes y estremecedoras palabras: "Con todo lo que sucede en el mundo, es fácil sentir que estamos viviendo en una distopía de la que no hay escapatoria". ¿De verdad estamos viviendo ya dentro de una distopía como tan categóricamente afirma la prestigiosa revista de culto? ¿A qué se refiere con "todo lo que sucede" en el mundo?

Debemos suponer que al calentamiento global, a líderes mundiales tan impredecibles y erráticos como Donald Trump o Vladimir Putin, a tremendas guerras comerciales como la de Washigton y Pekín, al negro horizonte de una inminente crisis económica, al renacer de los nacionalismos (Brexit, Cataluña), a la explosión de los populismos. En suma, a ese ambiente tan letal -y que no paramos de utilizar como referencia del presente- que vivió la convulsa Europa de entreguerras. Mucho más cerca, los españoles podemos aplicar el cuento a la incertidumbre de nuestras elecciones, a esos comicios calificados como los más decisivos de las últimas cuatro décadas, a ese país fatalmente dividido -una vez más- en dos bloques antagónicos, a esa cansina insistencia guerracivilista por pronosticar que el triunfo del contrario supondrá poco menos que el apocalipsis.

Los que ya tenemos más pasado que futuro recordamos por lo menos tres vidas de "1984", la novela de Orwell ahora de nuevo resucitada. La primera fue en los años 70, en plena guerra fría, cuando en Occidente fue interpretada como una alegoría del igualitarismo socialista que reducía al ser humano a mero eslabón de una cadena. La segunda, en el propio 1984, cuando se cumplía el año al que alude el título de la novela, sirvió para respirar aliviados y comprobar que Orwell se había equivocado de fecha: nuestro mundo no era el de Winston Smith cuando nos despertamos el 1 de enero de 84. Y ahora, cuando volvemos a releerla y a preguntarnos si no será que Orwell erró unas décadas en el pronóstico y en realidad la que estaba describiendo era esta época nuestra, la verdadera era del Gran Hermano. La pasada semana, el ex ministro socialista César Antonio de Molina publicaba un muy esclarecedor artículo. En él asegura, citando al clarividente pensador polaco Zygmunt Bauman, que "el gran fantasma que recorre Europa es la falta de alternativas".

No hay más que ver la oferta para nuestro inminente 28-A. De Molina insiste en que, efectivamente, la supervivencia de Europa -léase el mundo occidental- se encuentra en grave riesgo y recuerda lo revelador que resulta recordar hoy que Orwell iba a titular "1984. El último europeo". Esa falta de alternativas -clave en nuestro futuro- la describe de forma meridiana el capitán Beatty, el jefe de los bomberos incendiarios de otro clásico de la distopía, "Farenheit 451", de Ray Bradbury: "Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, pues le preocuparás; enséñale solo uno. O, mejor aún, no le enseñes ninguno". ¿Les suena?

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