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Cartas distópicas (I)

¡Imaynalla! Soy Ava Tequca, tengo 143 años en mi actual recomposición, me dedico a la macrohistoria y he sido invitada a presentar el exhibicionismo inaugural del Foro Económico de Divos. Cuando vivíamos en el Viejo Planeta Obsoleto (VPO), este encuentro se llamaba Davos, nombre del pueblo en que se celebraba. También se reunía en otro mes, porque entonces el año tenía 12 y no 17 como ahora, que se realiza en este mes de Trump, uno de tantos seres mitológicos que importamos del VPO. Por decirlo todo, en mi recomposición anterior fui varón, pero me cansé de tener que encargarme de la casa y de que mi marida hiciera y deshiciera a su gusto, llegando hasta redactar mi declaración de ingresos añadiendo un churro como si fuese mi firma.

Digámoslo con toda claridad desde el principio: hicimos bien, hace ya varios siglos de ello, acelerando nuestra llegada a este extraordinario planeta que ahora disfrutamos. Hubo, en aquel entonces, algún científico (lo que entonces llamaban científico, que ya sabemos lo limitados que eran), un tal Stephen Hawking, que advirtió que, de seguir con lo que entonces hacíamos, no íbamos a tener otro remedio que emigrar a otro planeta, como efectivamente hemos hecho para bien y disfrute nuestro. Por cierto, no vendrá mal recordar que, aunque seguimos practicando sexo (de hecho, este Foro no es otra cosa que una orgía), ya no procreamos: no hace ninguna falta.

Entonces decían que el problema era el medioambiente, el agotamiento de los recursos, un supuesto cambio climático, la contaminación y todo aquello. Ahora sabemos que hicimos bien no haciendo caso a aquellas jeremiadas. Claro que se produjeron, faltaría más, pero para nuestro bien, aunque el VPO dejara de ser habitable... para algunos.

Porque, junto a aquella devastación física, se iba produciendo simultáneamente algo social que es lo que nos ha traído hasta este nuevo paraíso: el aumento acelerado de la desigualdad social. Es aquello que los ingenuos decían de «ricos más ricos y pobres más pobres» cuando lo que en realidad estaba sucediendo era «poderosos más poderosos e indefensos más indefensos». Empresas cada vez más grandes, fusiones cada vez más espectaculares y unificación de la capacidad de decisión hasta extremos que hacían inútil la esfera política ya que las verdaderas decisiones las tomaban los altos ejecutivos de aquellas pocas y grandes empresas, aunque se mantuviese el teatrillo de la política.

Para aquellas empresas, el mercado era un medio que podía usarse o no, porque lo importante no era el medio sino el fin, el beneficio inmediato. Lo del mercado, las empresas lo usaban según les conviniese. Alguna empezó a preparar el traslado este nuevo planeta para lo cual nada mejor que aumentar las amenazas medioambientales. No en vano este mes tiene el nombre que tiene, aunque podría haber tenido también el de cualquiera de los llamados «negacionistas», aliados en aquel empeño de destruir al VPO.

Había que ser racional (o sea, adaptar los medios a los fines propuestos, es decir, al de la emigración a otro planeta) y el aumento de la desigualdad permitía tomar decisiones a largo plazo, más allá del inmediatismo del beneficio a corto. Total: que los poderosos fuimos menos numerosos (y más fáciles de trasportar cómodamente) y la población de los demás se multiplicó de manera que no tuvieran más remedio que, indefensos, aceptar el trasporte que a algunos les recordó cómo se habían trasportado los esclavos en tiempos coloniales del VPO desde África a América.

Y aquí estamos. Viviendo mejor que nunca ha vivido la Humanidad, es decir, nosotros, mientras que, desde los planetas vecinos, nuestros socios (no voy a llamarles esclavos porque sería un anacronismo) nos proporcionan gratuitamente alimentación y placer, incluyendo los trasplantes, el sublime de la antropofagia (vivos, ¿eh?) y los clásicos del sadomasoquismo. No tienen más remedio que aceptarlo, pero ese es su problema, no el nuestro. Por algo somos los que mandamos y mandamos mucho.

Para no ocultar nada, recordaré que en VPO sigue habiendo un pequeño núcleo de humanos, los jaredíes, autoproclamados «pueblo elegido», que, convencidos de que Dios les había entregado un pequeño trozo de terreno en eterna propiedad, liquidaron a los filistinos o filisteos que habían dicho que llevaban allí suficiente tiempo como para ser sus dueños. No mantenemos comunicación con ellos: nos consideran «goyim» que, dicen, es un insulto.

Como eso no nos afecta en nada, ahora lo importante es mantener el orden: los socios en su sitio apartado; nosotros en el nuestro y a disfrutar, que de eso se trata.

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