Todos hemos oído hablar de Paquito, el chocolatero, pasodoble que se ha hecho, al cabo casi de un siglo, universalmente famoso. Quién se lo hubiera dicho al compositor contestano Pascual Falcó. Pero me barrunto que a este paso pronto vamos a empezar a hablar de «Ximo, el alicantino». Sea por intuición o por planificación, el president Ximo Puig se está ganando el apelativo de «Ximo, el alicantino». No hay fin de semana que no se venga a las comarcas del sur. Puede ser una exigencia de campaña, puede ser olfato político o pura intuición de veterano; el caso es que semana sí y semana también, Ximo Puig anda por estas tierras atendiendo, o al menos escuchando, la problemática de los alicantinos y eso para los de esta provincia es una novedad, y una novedad agradable. Y siendo la motivación importante, más lo será el resultado.

Ni Lassaletta ni Valenzuela consiguieron tanta atención de Juan Lerma. Ximo Puig que vivió de cerca aquellas reivindicaciones, con sordina, debió aprender que Alicante era y es decisiva en los resultados electorales. La capital es icono y banderín de enganche en general y con frecuencia a pesar de sus propios regidores; la provincia también porque las matemáticas la sitúan en el fiel de la balanza de las Cortes Valencianas. Además, Ximo Puig tiene una ventaja, en este aspecto: que es del Maestrat. Aquella comarca castellonense, más perdida que el Comtat aquí, y tan secundaria en la Comunidad como la montaña y la provincia de Alicante. Indudablemente, ni Alicante, ni l'Alacantí, ni la provincia es comparable a Valencia, o a l'Horta en peso económico o demográfico; pero Alicante tiene su identidad, su personalidad, su peso político y económico, y sus proyectos y aspiraciones que la Generalitat debe tratar de integrar en la gestión global de la Comunidad. Gobierne quien gobierne. Eso me parece que pretende hacer el actual presidente. Al menos mima Alicante como pocos representantes de la Generalitat lo han hecho. No lo hizo Lerma, al que le pesaba mucho el Marítimo; pero tampoco Zaplana a quien no le pesaba nada Benidorm, aunque había partido del trampolín turístico y contó con el impulso inicial de la élite capitalina.

Será porque es de pueblo, huésped de la élite en la capital del Turia, o sencillamente porque le interesa, el caso es que el president Puig está viniendo de continuo, a tiempo y a destiempo, día sí y día también, con sequía y hasta con lluvia -y mira que es difícil esto último-. No me cabe duda de que electoralmente le interesa, y más Alicante; pero también le interesaba a sus predecesores y no lo hicieron con esta asiduidad y variedad. No me cabe duda de que proceder de Castellón, es de provincias como dirían en Madrid, le presupone una especial sensibilidad.

Llevamos décadas leyendo y oyendo hablar de que Alicante es la California de Europa, o que al menos tiene unas condiciones inmejorables; pero es en esta legislatura con el Distrito Digital cuando hemos visto aparecer lo que puede ser un embrión de Silicon Valley. Después de la fallida recreación en la Ciudad de la Luz del Hollywood mediterráneo es lo único parecido. Y sin duda mucho más interesante y algo empieza a materializarse. «Mas de una treintena de empresas del país nórdico -Finlandia-, instalan sus negocios en la capital alicantina con ideas innovadoras y tecnológicas. Eligen la ciudad o por el clima, la calidad de las conexiones y su ubicación estratégica respecto a Madrid o Barcelona» (INFORMACIÓN, 1-IV-2019). Lo mismo vimos con el túnel del trenet en la Serra Grossa, la recuperación de hospitales públicos, o ahora la conmemoración de la capitalidad de la Memoria Histórica; también queda en el aire alguna promesa importante como residenciar la dirección de la política turística en Benidorm. Puede que sea simbólico, pero lo simbólico también cuenta.

En campaña no caben inauguraciones, ya se encargan las juntas electorales de recordarlo y, a menudo, nos quejamos de las promesas. En mi opinión es un error quejarse de las promesas y compromisos electorales, lo que hay que hacer es dejar constancia en programas, notas y hemerotecas, porque las palabras comprometen y las promesas son exigibles. En cualquier caso, si no las cumplen alguien tendrá que explicarlo. Bien está que el president se dé una vuelta, o dos, todas las semanas: nos conocerá mejor, se comprometerá más con Alicante. Al fin y al cabo, del roce nace el cariño.