Existe una forma de simulación matemática, cuyo objetivo es la toma de decisiones de una manera racional, que se llama la Teoría de juegos. La Teoría de juegos fue enunciada de una forma axiomática por el matemático norteamericano John von Neumann (1903, Budapest, Hungría-1957, Bethesda, Estados Unidos). Esta teoría intenta determinar de forma matemática y lógica las acciones que los participantes deben tomar para asegurarse el mejor resultado en una amplia variedad de juegos; juegos que deben tener una característica en común: que el resultado obtenido por cada individuo dependa de la estrategia de todos los jugadores.

Los juegos propuestos para ilustrar esta teoría pueden ser, fundamentalmente, de dos tipos: juegos de información perfecta o juegos de información imperfecta. Dentro de los primeros, podríamos encontrar algunos tales como el ajedrez o las damas. En el caso del ajedrez, por ejemplo, sólo habría tres posibles resultados: las blancas ganan, las negras ganan o tablas. En principio, podría parecer que un ordenador lo suficientemente potente podría calcular todos los movimientos existentes en un momento dado de una partida y predecir, con ello, el resultado de la misma. Sin embargo, se dan situaciones reales en el ajedrez en las que el número de posibles jugadas es tan elevado que no se ha diseñado todavía un ordenador capaz de sustituir a la mente humana.

El caso de los juegos de información imperfecta se puede explicar con un símil político. Supongamos que dos partidos políticos, X e Y, deben explicar al electorado como van a tratar una cuestión controvertida. Ambos tendrían, ante esta disyuntiva, tres opciones: apoyar la cuestión, oponerse a ella, o evadirla siendo ambiguos. La decisión que los partidos tomen repercutirá en el porcentaje de votos que reciban. Como es evidente, cada partido quiere recibir la mayor cantidad posible de votantes, pero es complicado porque la decisión que uno tome sobre esa cuestión, dependerá de la estrategia del otro sobre la misma. Por lo general, los analistas de los partidos lo que hacen es intentar determinar los valores máximos y mínimos de una función, que representarán el porcentaje más alto o más bajo de votos que se podrían obtener en virtud de la decisión adoptada. Pero, como decíamos, el resultado final de la estrategia de cada uno dependerá de la que haya adoptado el otro, por lo que no siempre se pueden controlar las variables.

Precisamente, en un libro titulado El dilema del prisionero: John von Neumann, la teoría de juegos y la bomba, su autor, el norteamericano William Poundstone, nos presenta la biografía de von Neumann, la Teoría de juegos y, sobre todo, la forma en que esa teoría intentaba explicar el equilibrio entre los dos grandes bloques antagónicos surgidos tras la II Guera Mundial, y cuyo frágil statu quo dependía de la estrategia de disuasión nuclear que cada uno exhibía frente al otro. Un claro exponente de ello es su explicación de las relaciones entre los soviéticos y los norteamericanos en torno a la llamada «Crisis de los misiles», que surgió cuando los Estados Unidos descubrieron que la Unión Soviética estaba instalando bases de misiles nucleares en Cuba, cosa que los americanos no podían permitir, pues hubiera supuesto un claro quebranto de ese statu quo.

Pero, sin lugar a dudas, el juego que mejor ejemplifica esta teoría de toma de decisiones es el conocido como el Dilema del Prisionero. Se trata de una situación imaginaria que se podría resumir de la siguiente forma: Dos reos son imputados por un crimen. Si uno de ellos confiesa y el otro no, el que confiesa será puesto en libertad tras un año de cárcel, mientras que el otro será condenado a veinte años de prisión. Si ninguno de los dos confiesa, el juez no podrá reunir pruebas de cargo suficientes, por lo que ambos estarán solamente unos meses encarcelados. Si ambos confiesan, los dos serán imputados por el mismo delito y condenados a quince años de reclusión cada uno. El problema, para los dos, radica en que se encuentran incomunicados, por lo que ninguno conoce la decisión del otro. Paradójicamente, si cada uno actúa pensando en su propio interés, ambos saldrán perjudicados, mientras que si son generosos, los dos resultarán beneficiados en última instancia.

En el fondo, la Teoría de juegos no deja de ser una abstrusa rama de las matemáticas, pero que tiene implicaciones en la vida cotidiana. Todos los días nos enfrentamos a una continua toma de decisiones en las que, muchas veces, hay un trasfondo moral. No sé si siempre basamos esas decisiones en un análisis racional de la situación y con el convencimiento de que, en ocasiones, la generosidad y la cooperación revierten en un beneficio común.

La situación política, social y económica de Elche deja mucho que desear. Eso no es un juego, pero recomiendo a los que han de tomar decisiones que nos afectan a todos que no miren sólo sus intereses, como en el caso del juego del Dilema del prisionero, pues quod erat demonstrandum ello redundaría en el bien de toda la colectividad.