La España vaciada ha dicho basta. El pasado domingo, miles de personas invadieron el centro de Madrid para exigir igualdad, vertebración, equilibrio territorial y medidas urgentes contra la despoblación. Porque, sin duda, ignorar los problemas de la despoblación tendrá un alto coste. Porque la despoblación es la antesala de la desertización. Porque la desertización es una situación casi irreversible y muchos pueblos de España ya tienen un pie dentro de ella. De hecho, en Teruel existen pueblos que en 10 años desaparecerán.

Pero no hay que irse tan lejos para hablar de pueblos en peligro de extinción. Por todos es sabido que la provincia de Alicante tiene un fuerte carácter turístico. Pero no muy lejos de sus más de 200 maravillosos kilómetros de playas, edificios de acero, autovías o parques con 4G€ Alicante, tiene otra cara, y es su interior, que, por supuesto, también corre el peligro del vaciamiento del que todo el mundo habla estos días.

Pocos saben que Alicante es una de las provincias más abruptas de España y que esta repleta de pueblos de montaña que en su mayoría tienen como pilar básico una agricultura centenaria que se distingue por producir alimentos de la alta calidad. Buena prueba de ello son sus siete denominaciones de origen protegida. Entre ellas, el Turrón de Alicante, cuya elaboración se realiza con almendra de las variedades Valenciana, Marcona, Mollar y Planeta. Justamente, la mejor almendra del mundo, la Marcona, es autóctona de la provincia y prolifera en las comarcas del norte.

Precisamente en pueblos donde la amenaza del despoblamiento se alza con más fuerza que nunca desde hace un año y medio, cuando apareciera la bacteria de la Xylella Fastidiosa que afecta a los almendros. Y aquí viene la paradoja, amenaza que no viene de la mano de la propia bacteria, como muchos creerán, sino de la Conselleria de Agricultura que, de entre los dos protocolos existentes: erradicación y contención, ha adoptado la erradicación para Alicante, lo que implica arrancar in situ todos los almendros afectados, más cien metros a partir de la parcela infectada (perímetro que engloba todos los almendros del radio, infectados y no infectados). Una masacre que supone la destrucción de 165.000 almendros.

El protocolo aplicado por la GVA ya hace meses que ha demostrado estar obsoleto. Como demuestra la aparición del último foco hace tan solo una semana, parece que cada vez están más lejos de controlar o atajar una enfermedad que está ampliamente instalada en nuestro territorio desde no sabemos cuántos años.

Dicho esto, ahora que estamos en campaña electoral y que a nuestros políticos se les llena la boca hablando de medidas para proteger al paisaje y preservar la vida de los pueblos, me gustaría hablar de los señores políticos Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana y Roger Llanes, director general de Agricultura. Dos personalidades que antes de llegar al Consell hacían bandera de defender el campo y los municipios de interior, presumían de representar a los más débiles, de ser la voz de las partes frágiles.

Quiero decir que dentro del drama en el que se ha convertido la plaga de la Xylella, tanto Oltra como Roger han brillado por su ausencia. Y es que, no han tenido la decencia de reunirse ni una sola vez con los afectados, que somos los agricultores. Los que vemos cada día como la empresa TRAGSA, subcontrata de la Conselleria de Agricultura que ejecuta los arranques de su plan de erradicación, tritura nuestros almendros, nuestro medio de vida, nuestro paisaje, nuestros pueblos, nuestro futuro. Los mismos que, tras casi dos años de bacteria, disponemos de cero información sobre aquel famoso plan de replantación que anunciaron a bombo y platillo. Seguimos sin saber si podremos sembrar sobre lo arrancado, cuándo y el qué.

Por supuesto, cuando se cambie de estrategia y se pase del protocolo de erradicación al de contención (por el que solo se arranquen los almendros infectados y no los sanos), decisión que estamos seguros de que llegará, aunque no sabemos si para entonces quedará algún almendro en pie, tanto Oltra como Llanes quedarán para la historia como los responsables de una estrategia fallida para eliminar una plaga agrícola sin contar con los agricultores. Y espero que esto no solo pese en sus currículums, sino también en sus consciencias. Ya que sobre su mesa tuvieron el ejemplo de lugares infectados con Xylella, como Italia o las islas Baleares, donde, tras constatar que la plaga estaba extendida, como aquí, pasaron a la contención y aprendieron a convivir con una bacteria, como hacemos con muchas otras. Pero ellos prefirieron mirar hacia otro lado y defender al lobby más poderoso, el sector viverista.

Así que, dicho todo esto, la España vaciada no solo está en Soria o Teruel, la tenemos a escasos kilómetros de nuestras costas y, lamentablemente, dentro de no muchos años hablaremos del Alicante de interior que vaciaron unos políticos irresponsables que no valoraron que su estrategia para acabar con la Xylella está causando mucho más daño incluso que la propia plaga. Por tanto, hablemos claro, nuestros pueblos de interior no se mueren y vacían solos. Porque esto más que una muerte es un crimen.