El capitán Archibald Dickson, ese galés bueno y valiente que desafió las órdenes de la naviera que le pagaba y acogió un 28 de marzo de 1939 a bordo de su barco a 2.638 republicanos refugiados en el puerto de Alicante para devolverles todos los futuros y todas las mañanas, nunca existió. Tampoco existió Helia González, la mujer fallecida el pasado noviembre a los 84 años de edad que sólo contaba tres cuando subió al Stanbrook y que gracias a la bondad de Dickson tuvo una vida larga y próspera como cantante, escritora y actriz. No existieron los más de 12.000 refugiados que quedaron hacinados en aquellos muelles porque ya no hubo más capitanes valientes y que las autoridades franquistas encerraron en campos de concentración repletos de alambradas y hambre. Tampoco existieron los más de 300 muertos bajo las bombas que el cielo escupió sobre una ciudad indefensa un día de mercado, ni los 2.400 cadáveres que al menos hasta 2006 estaban enterrados en las cunetas , ni los 150.000 desaparecidos durante la guerra, ni los 30.000 niños que fueron cambiados de identidad y robados, ni un poeta fenecido en una cárcel al que nadie pudo cerrar los ojos cuando todos los vientos del pueblo frenaron en seco. Quienes niegan el derecho a recordar matan a las víctimas dos veces. Quienes aseguran que homenajes como el que ayer tributó Alicante bajo la lluvia al Stanbrook reabren heridas, ignoran que la peor herida es olvidar: es declarar que miles de víctimas no respiraron, no tuvieron padres, hermanos o hijos, no rieron, sufrieron, crearon ni hablaron jamás; es condenarlas al mismo destino de los miles de obreros masacrados del Macondo de Gabriel García Márquez, cuyos cadáveres fueron amontonados en un tren que desapareció para siempre en la noche; al mismo destino de las hijas de mayo que los militares argentinos arrojaron desde los aviones al mar para que la tierra no escupiera nunca sus huesos. Cuidado con los pregoneros del olvido que quieren desterrar del pasado la verdad: suelen ser especialistas en construir el futuro con las mismas mentiras.
