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Almas inútiles

Sobre los futbolistas y la división del trabajo

He observado que en el fútbol de la posverdad, siempre que un futbolista hace algo que no está en el guion (Piqué subiendo al ataque, por ejemplo, o Sergio Ramos atreviéndose a lanzar penalties al estilo Panenka una y otra vez), se oyen algunas voces desde el fondo del bar o desde el ángulo más oscuro de las emisoras de radio protestando por la falta de rigor defensivo de Piqué y despreciando el individualismo anarquista de Sergio Ramos y de quienes se consideran algo más que engranajes perfectos en la máquina del equipo. En nuestro fútbol, como en la vida, lo importante es la división del trabajo, y ay de aquél que se salga de las tareas que le han sido asignadas. Es posible que la división del trabajo (carrilero, a tu carril) sea el motor de la productividad en cuanto a puntos, pero estoy con Adam Smith (que no era precisamente un anarquista) cuando decía que esa división puede entorpecer la mente de las personas condenadas a dedicar su vida a trabajos mecánicos que no necesitan del intelecto. En el fútbol, y en la vida, pensar no debería ser delito. Pero solo los elegidos para la gloria como Messi o los anarquistas con caché como Dembélé pueden permitirse el lujo de hacer lo que no está escrito y moverse por donde les dicte la inspiración. Los demás, a currar haciendo lo que tienen que hacer. Piqué tendría que quedarse en la cueva y Sergio Ramos debería lanzar penalties sin tentar a Panenka. Orden. División del trabajo. Especialización.

¿Será ese el motivo de la tristeza de Coutinho en el Barça o de Lemar en el Atlético de Madrid? ¿Será que Canales ha explotado en el Betis precisamente porque su entrenador no es un fanático de la libreta como Mourinho? "Vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer", leemos en el evangelio según san Lucas. Los futbolistas del Atlético de Madrid que se comieron a la Juve en el Metropolitano y que luego fueron devorados por la misma Juve (o por Cristiano Ronaldo) en el Juventus Stadium fueron siervos inútiles porque hicieron lo que debían hacer, según las instrucciones de su entrenador. Para hacer lo que hay que hacer no se necesita gran cosa. Pero hacer lo que no hay que hacer exige valentía y, sobre todo, pensamiento. Futbolistas que siempre hacen lo que deben hay muchos, pero futbolistas que no siempre hacen lo que deben hacer y pueden dar la vuelta (para bien o para mal) a un partido hay muy pocos.

¿Se acuerdan de Mágico González, el maravilloso futbolista del Cádiz de los años 80 del pasado siglo? Mágico reconocía que no era un santo, que le gustaba la noche (como a Ronaldinho), que las ganas de juerga no se las quitaba ni su madre (como a Romario), que era irresponsable, poco profesional y que se especializó en desaprovechar oportunidades; pero Mágico también decía que no le gustaba tomarse el fútbol como un trabajo y que solo jugaba por divertirse. De acuerdo, en el fútbol actual no hay sitio para Mágico González, ni para Ronaldinho, y diría que ni siquiera para un Romario o, atención, un Maradona. Para ser futbolista de primera, acelera, acelera y conviértete en un siervo inútil de forma que lo que tenías que hacer, eso hiciste. Neymar está a un paso de quedarse fuera de la categoría de futbolistas que son una marca en sí mismos precisamente porque tiene un toque a lo Mágico González que desespera a los aficionados (si Neymar jugara en el Cádiz, ya sería un dios del Carnaval), a los técnicos y a los periodistas deportivos. El día en que Neymar se convierta en un siervo útil, ganará el Balón de Oro en el corazón del fútbol. Mientras Neymar y Coutinho luchen contra sí mismos para hacer lo que tiene que hacer, serán inútiles almas en pena que, eso sí, ganarán muchos títulos. Pero no convencerán.

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