El 25 de mayo de 1938, día del bombardeo del Mercado de Alicante, un adolescente de quince años vio llegar a casa a su padre con la cabeza vendada. La imagen quedaría grabada en su recuerdo. Hubiera sido una más de las evocaciones íntimas y familiares de no ser porque el adolescente, de mayor, se convirtió en poeta. En su edad adulta, con más de cuarenta años cumplidos, decidió regresar al incierto y desgarrador mundo de la guerra civil. Y lo hizo componiendo un libro con trece poemas que tituló La paz nos esperaba, publicado en 1966 por la entonces denominada Caja de Ahorros del Sureste. El contenido de sus páginas y sobre todo el año de edición provoca una sospecha: la de que el libro fue una respuesta personal a la campaña oficial del régimen franquista «25 años de paz» emprendida dos años antes.

Resaltando la fuerza de una tragedia que arrebató la niñez y adolescencia a toda una generación, el autor Vicente Mojica (Alicante 1923-1989) recordaba el fatídico bombardeo del Mercado en un poema donde podían leerse versos como estos: «Hoy, 25 de Mayo, / un día amanecido / como los demás días / de esta primavera / inesperadamente, la ciudad, / se ha abierto como un fruto de muerte».

Con el tiempo, Mojica llegaría a considerar su libro como el primer poemario testimonial de la guerra civil en Alicante. Y en él deseba una paz que afectara a todos, también a los vencidos, cuyo protagonismo en el poemario no se eludía. Lo tenía que escribir con un equilibrio hábil, astuto, para sortear la censura. Por eso, a más de cincuenta años de distancia sorprende este libro de imágenes trágicas -el adolescente que ve su primer muerto, el que ve también partir trenes de soldados desde la Estación a quienes describe también como si fueran ya cadáveres, el adolescente que subraya que hermanos mueren a manos de otros hermanos- pero con una carga emotiva elevada, de una calidad poética que permite señalar este poemario como su obra más lograda.

Los mil ejemplares de La paz nos esperaba se agotaron pronto, pero el autor no optó por volverla a publicar hasta 1981, al calor de los años de la Transición, ilustrada entonces por Enrique Lledó, en otro contexto político en el que actualizó con levísimos retoques uno de los poemas provocándole un cambio de sentido, además de ampliar el libro con seis composiciones que pertenecían a la época de la primera edición.

La de 1981 fue, por tanto, la edición definitiva, la que incluyó en su Obra poética completa que preparó al final de su vida, cuyas pruebas pudo corregir sin alcanzar a ver el volumen impreso, que apreció meses después de su fallecimiento. Esa versión definitiva es la que el IAC Juan Gil-Albert ha recuperado ahora en una edición reducida de trescientos ejemplares de la colección Homenaje, coincidiendo con el ochenta aniversario del final de la guerra civil. Se trata de un volumen en el que volvemos a encontrarnos con imágenes poéticas como ésta que siempre recordó: «Hoy, / 25 de Mayo, / te he visto llegar, padre, / con la frente vendada, / con la cabeza herida, / y, ahogándome en dolor y en alegría, / he corrido a abrazarte / sintiéndome ya hombre».