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Fernando Ramón

Lección de vida

Miles de jóvenes de todo el mundo nos dieron ayer toda una lección de vida, cuando salieron a la calle para protestar por la inacción en el que la sociedad actual está inmersa ante el cambio climático. Como si nos diera igual que todos los efectos que estamos provocando en el planeta Tierra y sus trágicas consecuencias no fueran con nosotros, en un claro ejemplo de particular egoísmo por unas consecuencias que, como siempre se cifran en unas fechas tan lejanas a nuestra esperanza vital, no parece que nos tenga que ocupar, ni preocupar. Quejas juveniles cargadas de razón y de reproches por no querer afrontar un problema, o quizás el verdadero problema, de la supervivencia humana, del futuro de la Humanidad. Protestas contra unos políticos que se reúnen en cumbres mundiales, que concluyen fijándose unas metas y objetivos trascendentales y que con el paso de los años se demuestra que han sido única y exclusivamente palabras plasmadas sobre el papel.

Recriminaciones a unas multinacionales que generan distorsiones medioambientales que se vislumbran irreparables mientras una comunidad científica se muestra alarmada al comprobar como, paso a paso, dato a dato, se van cumpliendo todos los malos augurios que han ido pronosticando, sobre el impacto que está causando ya en la sociedad actual. La grandeza de estos «Viernes para el futuro» hay que buscarla precisamente en el despertar de conciencias en el que se ha convertido este movimiento global, que nos transmite con un entusiasmo inusitado la famosa pregunta de qué puedo hacer yo para combatir ese cambio climático, a la que no podemos dar la espalda. Pregunta a la que debemos responder desde ya con respuestas y con la acción, con cualquier acción, por muy pequeña e insignificante que parezca, aportando esos pequeños esfuerzos cotidianos que acumulados pueden ser el primer revulsivo para poder esquivar el rumbo de la gran amenaza que se cierne sobre nosotros. Con asumirlo ya habremos adelantado mucho.

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