El juicio del procés, que ha ido ganando en interés general a medida que se van sucediendo las sesiones, está tomando tintes duros para los acusados. Varios testigos están dejando caer algunas perlas bastante interesantes. Hasta ahora la declaración de Josep Lluís Trapero ha sido sin duda la más mediática de las testificales. Debo confesar que me encuentro entre los que a día de hoy no saben si decir que es un héroe o un villano. Sin duda nos cautivó con su intervención en los graves atentados de Barcelona del 17 de agosto de 2017, con aquel aplomo de macho alfa del que uno se puede fiar. Sin embargo, su actitud errática durante los hechos de octubre de ese mismo año en Cataluña nos dejó ciertamente dudosos a más de uno, sobre si era en realidad un colaboracionista del independentismo. A juzgar por sus declaraciones ante el Tribunal Supremo del jueves pasado, cualquiera diría de él más bien lo segundo, pero no echemos las campanas al vuelo, no nos veamos con las camisetas y las chocolatinas impresas con su efigie y se nos quede después cara de tontos, como le habrá pasado a más de uno en Cataluña. Trapero apareció el pasado jueves impecablemente vestido de traje oscuro, afeitado, serio, respetuoso y firme en sus declaraciones.

Como decía Campoamor, «en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, simplemente es del color del cristal con que se mira». Y es que uno puede pasar, y así lo ha demostrado este caballero, a llamarse José Luis, y no Josep Lluís, tras una epifanía resultante, con mucha probabilidad, de la petición de 11 años de prisión que solicitan para él los fiscales de la Audiencia Nacional por delito de rebelión. Es más, no me extrañaría que su declaración ante el TS, lejos de ser voluntaria, fuera en realidad fruto de algún pacto con la propia fiscalía, preparatoria de una acusación más benévola en el otro juicio en el que él está acusado.

Los momentos estelares del testimonio del exmayor de los Mossos d'Esquadra fueron que tenían un plan para detener a Puigdemont y su gobierno si declaraban la independencia de Cataluña y cuando dijo de su exjefe Joaquín Forn que tenía un punto de irresponsabilidad. Hizo daño a los acusados, puesto que a nadie se le escapa la transcendencia de sus palabras y el impacto que estas cargas de profundidad, lanzadas por alguien tan encumbrado por el independentismo, pueden tener en el ánimo de los juzgadores.