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Joaquín Rábago

Achicharrarse por España

"Vengo a achicharrarme por España", ha proclamado el líder del PP. ¿Achicharrarse? No sé por qué, pero esta palabra le suena a hogueras. Y de eso tenemos en este país mucha experiencia. No queremos que nadie se inmole, ni siquiera Pablo Casado. Tampoco que lo haga por España.

Desearíamos que él y otros políticos de nuestra patriótica derecha se preocupasen mucho menos de España y más de los problemas cotidianos y el futuro de los españoles: del grave desempleo, de la precariedad laboral, de los desahucios, del deterioro de la sanidad y la enseñanza, de la venta de todo lo público.

Hablar continuamente de España, agitar a todas horas su bandera, es tratar de distraer a los ciudadanos de lo que sucede a su alrededor, de las puertas giratorias, de los escándalos inmobiliarios, del crecimiento de la desigualdad, de las dificultades para llegar a fin de mes y de formar familia.

Le gusta mucho a Pablo Casado hablar de futuro. Intenta en su impostado adanismo hacer borrón y cuenta nueva como si el partido que ahora lidera no tuviese nada que ver con la enorme corrupción del pasado y sus secuelas actuales.

Y cuando se refiere al pasado es sólo, como acaba de hacer, para rescatar desvergonzadamente una teoría conspiratoria como la de que José María Aznar no ganó las elecciones tras el atentado del 11 M sólo porque los socialistas maniobraron con un sector de los servicios de inteligencia para atribuirlo torticeramente al yidadismo.

Yo trabajaba entonces de corresponsal en Ginebra y recuerdo mi vergüenza y mi rabia al ver cómo el embajador español ante la ONU, siguiendo instrucciones claras del Gobierno del PP, insistía allí públicamente en la falsa autoría de ETA cuando muchos medios internacionales se referían ya sin la menor duda a la autoría yihadista.

Pero nada de eso parece importarle a Casado. Lo suyo es insinuar maliciosamente, seguir la estrategia del calamar de arrojar tinta para enturbiarlo todo, como vuelve a hacer ahora al acusar irresponsablemente al presidente del Gobierno de traicionar a España sólo por buscar infructuosamente el diálogo con los separatistas catalanes.

Es la suya la misma estrategia que tan buenos resultados le dio a Donald Trump en Estados Unidos y a la que aquí se han apuntado no sólo el nuevo PP de Casado , sino por desgracia también un partido que presume de liberal y europeo como Ciudadanos, por no hablar ya de la ultraderecha de Vox.

Estrategia que consiste en convertir al rival político en enemigo, tratar de acorralarle con mentiras y acusaciones sin fundamento y obligarle así a defenderse continuamente. Será lo que llaman ahora "posverdad" pero es tan antiguo como aquello de "calumnia, que algo queda".

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