Trío Ludwig

Teatro Principal de Alicante

Obras de Beethoven, Rachmaninov y Ravel. Sociedad de Conciertos.

A veces me pregunto cómo vamos a terminar todos de la vista con tanta máquina. Es decir, cuando no estamos en el ordenador, estamos en el móvil y si no en la televisión. Todo luz artificial y todo hiperestimulación. En esta involución nuestro refugio eran los libros. Por suerte, para estos últimos se ha desarrollado el libro digital que, por el sistema de tinta electrónica, parece ser que son menos agresivos. Pero, y siempre hay un pero, no ha sido así en el mundo de las partituras. A las ventajas organizativas respecto a los documentos del iPad vino a unirse un programa específicamente de lectura de partituras que lo adaptó a las necesidades específicas de trabajar con éstas. Finalmente se desarrolló una pedalera que permite pasar las páginas -o retornarlas- sin necesidad de quitar las manos del instrumento e incluso prescindir de pasa páginas en el caso de los pianistas. Esta conjunción de elementos ha hecho que muchos músicos hayan optado por el sistema digital en lugar de la típica -y entrañable- partitura. No todos, de cualquier manera. Hay quien la sobreexposición a pantallas retroiluinadas nos pone un límite y preferimos la partitura a la espera de -parece ser que están en ello- se desarrolle a un precio razonable el libro digital con tinta electrónica del tamaño de una partitura -unas 11 a 13 pulgadas-.

Con todo, ni uno ni otro deben influir en la calidad de la interpretación tal como demostró el Trio Ludwig que nos visitó el pasado lunes dentro de la temporada de la Sociedad de Conciertos de Alicante. Y es que la interpretación impecable del Trio Ludwig tiene mucho que ver con esa mezcla de lo de siempre y lo actual -que no tiene por qué dejar de ser lo de siempre, claro-. Pulcritud técnica, riqueza en el color y un sentido del ritmo impecable campaban a sus anchas por la sala como características generales de los intérpretes y no vayan a creer que es fácil. Siempre me ha parecido que el trío con piano tiene algo de antinatural porque cuando el compositor intenta equilibrar los papeles termina por chocar por dos parejas contrapuestas: el piano y las cuerdas. Beethoven intentó luchar con más o menos éxito con esta dicotomía y como ejemplo característico encontramos el Trío Archíduque en el que los intérpretes buscaron -y consiguieron- una fusión de timbres y caracteres que logró romper la citada dicotomía y conseguir un sonido unificado que está al alcance de muy pocos grupos de cámara en el mundo.