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Juan R. Gil

Una flor y algunos cardos

La filóloga Laura Soler, que irá a las Cortes Valencianas como número tres, es la única presencia llamativa en las candidaturas del PSOE, donde la renovación brilla por su ausencia y Pedro Duque es una incógnita

Conocí a Laura Soler cuando aún no alcanzaba la adolescencia, una tarde de principios de los noventa en que acudí a su casa del barrio de San Gabriel a entrevistar a su padre, que entonces era director general de Cultura de la Generalitat, miembro de la ejecutiva nacional del PSPV cuando dicha ejecutiva aún merecía ese nombre y la persona que dirigía las campaña socialistas en Alicante. Aquel día aprendí que la mayor herramienta que tiene el ser humano -el lenguaje- es un arma de doble filo que hay que manejar con cuidado porque igual que modela la realidad también la distorsiona. Porque encontré a una niña muy guapa, pero sobre todo muy inteligente. Y Concha, su madre, maestra de profesión y de convicción, me dijo: «El nombre que le dan a lo que le pasa a mi hija es parálisis cerebral y resulta un sinsentido porque lo que de verdad le funciona es la cabeza».

Concha y Emilio Soler no se empeñaron en que Laura viviera una vida sobresaliente por encima de su discapacidad, sino en que viviera la vida que ella quisiera sin que sus dificultades físicas apagaran su increíble energía, sus ganas de estar en el mundo para transformarlo y hacerlo mejor. A punto de cumplir 39 años, esta mujer, filóloga de profesión y activista comprometida, ha dado clases en la Universidad de Alicante y lecciones magistrales en instituciones de medio globo, y puso en pie a los asistentes al mayor congreso celebrado sobre su especialidad, que son los culebrones a los que ella siempre llama telenovelas y sobre cuyo lenguaje -otra vez el lenguaje- y la ideología que transmiten escribió una tesis doctoral de referencia, cuando finalizó su intervención aclarando al auditorio que todas las ficciones de ese corte trasladan una visión de la sociedad en la que siempre hay una paralítica que, si es buena, en el último capítulo se levanta y se casa con el protagonista y, si es mala, se queda postrada y amargada en la silla de ruedas. «Pero yo no me voy a levantar de esta silla nunca. Y soy buena. Y no soy amargada. Soy feliz». Un curso de inclusión en cuatro frases.

Laura Soler ya estuvo en las instituciones entre 2007 y 2011, cuando entró en el Ayuntamiento de Alicante como integrante de la candidatura socialista que encabezó Etelvina Andreu, la única en más de veinte años no controlada por Ángel Franco y que se quedó a un puñado de votos y un solo concejal de ganarle la Alcaldía al PP. Fue una experiencia agridulce, donde desde la oposición trabajó de forma incansable por hacer de Alicante una ciudad moderna y accesible y en la que, en demasiadas ocasiones, encontró más empatía en Luis Díaz Alperi y su gobierno que entre sus propios compañeros. Tres legislaturas después, vuelve a formar parte de una lista, la de las Cortes Valencianas, de la mano de Ximo Puig. Y no es que vayamos a escribir aquí que Laura Soler es ningún mirlo blanco ni la tapada con la que sorprender en el último momento, porque eso sería tanto como poner su silla de ruedas por delante de ella, tan ridículo como pensar que lo relevante del cirujano no son ni su capacidad ni su formación, sino el bisturí con el que trabaja. Pero su presencia en el número 3 de la candidatura autonómica enaltece unas listas, las del PSOE, que no podemos decir que hayan sido una decepción, porque las esperábamos, pero que en parte vuelven a ser una frustración para muchos votantes progresistas que ven cómo incluso en estos tiempos de máxima tensión y de graves amenazas para la convivencia el partido que debería ser la referencia en el bloque de la izquierda repite los mismos errores que a punto estuvieron de mandarlo a la irrelevancia hace tan solo un par de años.

La candidatura autonómica no presenta novedades de relevancia, excluida la de la citada presencia de Laura Soler. Lo demás son movimientos internos (la consellera Ana Barceló asciende para ocupar la cabecera de lista en sustitución de Julián López Milla, más técnico que político, que ha pasado de liderarlo todo en 2015 y 2016 a no dejarse ver ahora; y el presidente del partido en la provincia, J osé Chulvi, deja la Diputación para aspirar a escaño en Valencia), además de las jubilaciones y exclusiones previsibles. Pero básicamente el ticket es el mismo que obtuvo dos diputados y cinco puntos menos que el PP en las anteriores elecciones. Es decir, que perdió. No hay -reitero que con la excepción de Laura Soler como independiente- incorporaciones significativas a pesar de los intentos de Puig de introducir savia nueva en la oferta electoral socialista, lo que remacha el clavo del que tantas veces hemos hablado: que el PSPV en Alicante, por su funcionamiento interno como partido, más que atraer participación, la repele.

Tras la decisión de Ximo Puig de anticipar los comicios en la Comunidad Valenciana, el 28 de abril coincidirán las elecciones autonómicas con las generales. Y la propuesta de los socialistas al Congreso y al Senado también resulta, por decirlo de la forma más suave, controvertida. A la Cámara Baja encabeza el ministro Pedro Duque, por la sola razón de que en algún sitio había que colocarlo y resulta que veranea en Xàbia, donde tiene un chalé cuya compra también fue objeto hace unos meses de polémica. Es decir, un cunero cuya vinculación con esta provincia es exactamente la misma que tenía, por el PP, el exministro García Margallo. Pero García Margallo es perro viejo y desde el primer día trató de hacer política en y por Alicante, mientras que de Pedro Duque, a pesar de los meses transcurridos en el Gobierno, está aún por ver su capacidad para hacer política en ningún sitio.

Si solo fuera eso, tendría un pase. Porque para desgracia suya esta es una provincia acostumbrada a que las listas de todos los partidos se pueblen de paracaidistas en cuanto se convocan elecciones y al fin y al cabo Pedro Duque no ha demostrado excesivas cualidades políticas, pero es un antiguo astronauta y eso siempre llama la atención y queda bien en las fotos, además de tener el aliciente de verle estrenarse en los mítines. Pero los socialistas han tenido las narices de colocar en esas mismas listas a un imputado -el exalcalde de Elche, Alejandro Soler, cuando lo prudente habría sido esperar a que su caso se resuelva antes de figurar en ninguna candidatura- y poner como número 1 al Senado a Ángel Franco. De donde se deduce que el PSPV, o sigue sin entender nada, o le da igual la imagen que traslade en Alicante. Ya lo recordé aquí hace unos meses: a Franco le gusta que algunos periodistas le llamen «el general», pero quienes de verdad le bautizaron fueron sus compañeros de UGT en los años 80, que le apodaron «el vitalicio». Si los órganos federales del partido confirman su presencia en la papeleta al PSOE le costará votos, pero está por ver que eso les conmueva.

Con todo, lo terrible, en términos de imagen y electorales, es lo que está ocurriendo en las listas municipales que están siendo aprobadas también ahora en las agrupaciones del partido aunque las elecciones se celebrarán un mes después de las autonómicas y generales. En Elche han hecho una candidatura contra el actual alcalde, Carlos González, y no con él. Un dislate. En Alicante pusieron a encabezar la lista a Paco Sanguino, un independiente que se pasa el día respondiendo a todo con un «lo que diga el partido» y, más que una candidatura, lo que parecen haberle hecho es una mortaja. Y no es porque quien le va a acompañar en la travesía sea una tripulación de estricta obediencia a Ángel Franco, que eso ya se daba por seguro; es que la propuesta de nombres en sí misma es para dejar boquiabierto a cualquiera.

Veamos: en el número dos, una veterana fontanera del partido, Trini Amorós. No utilizo el término fontanero con sesgo peyorativo. Los fontaneros, gente que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, son necesarios para que la maquinaria de las organizaciones funcione. Pero lo que no suelen ocupar nunca son puestos de primera fila. Amorós fue diputada autonómica en el ya lejano 1999 y luego cuatro años alcaldesa de casualidad de Castell de Guadalest, donde no vivía y encabezó una de esas listas de relleno que los partidos presentan, usando precisamente fontaneros para conformarlas, allá donde no tienen estructura, pero que por carambola ganó. El resto del tiempo lo ha pasado de puesto en puesto: el consejo de RTVE, la subdelegación del Gobierno, el Síndic de Greuges, el gabinete de la conselleria de Sanidad... Oficio desde luego tiene, pero es un oficio en la sombra, que está lejos de representar la renovación que se había anunciado.

Pero lo increíble llega luego. Porque en el puesto tres figura Miguel Millana, secretario local de la agrupación. Millana, conseller en el primer gobierno socialista de la autonomía, entre 1983 y 1985, fue detenido en 2006 por la Guardia Civil en Madrid en el marco de la llamada operación Isidros, por orden de un juzgado de Loja, en una investigación relacionada con fraudes en cursos de formación, en la que la acusación que pesaba contra él y otras 17 personas más incluía la de estafar presuntamente a las arcas públicas 2,6 millones de euros. Aquellos tiempos no eran estos -la detención de Millana no fue con esposas y telediario, sino una notificación por parte de los agentes de cuál era su situación- y la peripecia judicial que siguió ese caso se pierde en los recovecos de las hemerotecas, pero la cadena Ser informó de que en 2016 se devolvió un millón de esos 2,6 que se perseguían. Las empresas de economía social creadas o participadas por Millana ya se habían visto envueltas antes en polémicas y a día de hoy todavía quedan deudas que saldar con la Administración autonómica., por ejemplo, lo que hace más incomprensible su presencia en la lista. Una lista en la que también aparece, aunque en un puesto inferior, Vicente Ronda, otro veterano del aparato socialista cuyo nombre está en el origen de la dimisión de un secretario general, Roque Moreno, que dejó la portavocía municipal y luego el cargo y la política tras conocerse una grabación del sumario Brugal en la que le pedía al constructor Enrique Ortiz un trabajo para un familiar del mentado Ronda. Resucitar eso tampoco parece una buena idea.

Podría seguir con la autopsia, pero de momento lo dejo aquí. Suficiente tarjeta de presentación es ya para comprender que lo que pase en la quinta capital de provincia de España no debe importarle mucho al partido que aspira a seguir gobernando el país y la Comunidad cuando consiente que se hagan estas cosas. Y, encima, Franco ya va poniendo en circulación la especie de que Sanguino perderá y saldrá corriendo, no se quedará en la oposición. O sea, que no han acabado de hacerle el sudario y ya están cavándole la fosa. Nada nuevo bajo el sol.

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