El pase del Ajax por la perfecta pradera del Bernabéu sirvió para certificar el hundimiento del proyecto Florentino (¿me permiten el calificativo?) para este curso del 2018-2019. No busquen responsabilidades excesivas para la aparición surrealista de aquel, ya hoy lejano, Lopetegui en la antesala del Mundial en el banquillo del Real Madrid.
En las vísperas de la cita más importante del fútbol planetario (gracias, presi superior) porque la ocasión lo debería de hacer inexcusable. Una serie de circunstancias, poco comprensibles para el común de los mortales seguidores de este deporte, hacía ese fichaje imperativo a pocas horas de comienzo del evento. Quizá entendible, creemos que no, desde la perspectiva del mejor club de la historia en aras a seguir encabezando esas estadísticas.
El recurrido señorío, la observancia de las formas, en este caso saltadas por la perentoriedad de la cuestión, según la presidencia, no es de recibo. Disculpen esta concesión a la historia del club. Qué barbaridad de disparates (más) a partir de aquí. Destitución del Julen aspirante a la gloria a cualquier precio, llegada del bienintencionado Solari (paracaidista en un avispero) y el lógico final a este dislate en una semana que, gol arriba o gol abajo, puso las cosas en su sitio y convirtió a Zidane en un verdadero futurólogo. Cuánta dosis de sentido común y elegancia en su despedida al final de la temporada pasada.
Lo dijo, y está escrito, en su marcha ante lo que se avecinaba. Se puede hacer un recorrido por infortunios, arbitrajes adversos e incluso por conspiraciones extraplanetarias, que quizá las haya, pero bajemos los pies a la tierra y veamos que la política deportiva del Real Madrid ha sido insostenible como la realidad ha puesto de manifiesto.
¿Responsable? Ustedes mismos, porque la obviedad de la respuesta es clara. No se puede prescindir de Cristiano sin buscar un repuesto en algún modo equiparable, ni dejar que la plantilla se acomode en logros pasados. Una debacle superior. Como el presidente.
