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Uno.- Por fin y al fin me he acabado Sapiens, el best seller del israelita Yuval Noah Harari. Y es que no había semana en que un cuñado con ínfulas de ilustrado no aprovechara cualquier debate de domingo para decir «como escribe Harari...». «Bueno, pues ya sé lo que dice Harari, qué pasa, ya lo sé. Desde 2015 lleva vendidos quince millones de libros, y leyéndolo se entiende: lo que Harari explica de manera sencilla, pedagógica y entendible son los setenta mil años de supremacía del homo sapiens, y el porqué, el cómo, el cuándo, y el dónde de dicho dominio. También saca conclusiones potentes: que empezamos a mandar en la tierra cuando más allá de comer, cazar y procrear, empezamos a imaginar, a crear, a soñar, a pintar en las cavernas. A ir más allá del día a día, a trascender. Y la más interesante de todas: que los humanos sapiens somos colaborativos, y capaces de hacer que las realidades que nos inventamos (como el hecho de que un trozo redondo de metal tenga valor, o que si incumples una ley irás a una cárcel) funcionen y sean respetadas. Otros ejemplos pueden ser el sistema de los semáforos, el orden en las colas del supermercado, o el Registro Mercantil: en la medida en que todos (cientos, miles, millones de sapiens: aunque no nos conozcamos entre nosotros) nos creemos esas realidades inventadas, hacemos que la vida sea más fácil para todos. ¿Y qué más dice, Harari? Hala, a leerse las cuatrocientas setenta y cinco páginas del libro: se lee fácil, se aprende y ya tienes algo que compartir con tu cuñado, qué más quieres?

También he finiquitado en una semana frenética la séptima entrega de Homeland. Y digo frenética porque la serie sigue fresca y pegada a la realidad y no dando respiro alguno, ejerciendo mal como somnífero: las fake news, las interferencias rusas en Estados Unidos, el auge del populismo entre comunicadores, gobernantes y gobernados. Carrie sigue en su línea, descarriada, intuitiva y como vaca sin cencerro, ella contra el mundo. Pero ante quien hay que rendirse es ante Mandy Patinkin (el exjefe de la CIA Saúl Berenson), reconvertido en asesor de seguridad de una presidenta que no se sabe si viene o si va y es una víbora con patas. Patinkin es un espectáculo porque no habla, sino que lanza una especie de gruñidos. Tampoco ríe, ni llora . Parece una esfinge, pero actúa como dios. Una mirada suya, y el interlocutor nota que algo frío, minucioso y exacto le taladra por dentro. Roba todos los planos, este cabronazo judío. La única pregunta que se me ocurre es ¿qué era de Patinkin antes de Homeland? ¿Cómo nadie vio a este tío, ni le dieron papeles importantes, ni ganó tres oscars, ni le nominaron para los Bafta?

? Pero el acabose más telúrico y estrepitoso llegó en general para el Real Madrid, y en particular para su presidente, señaladísimo responsable por todo el mundo del fracaso de esta temporada: para un año que se pone ahorrador, y mira tú cómo se lo pagan. Mucha ira y venganza estarán fraguándose en las oficinas regias de Concha Espina, ante la catarata de críticas, el zarandeo de la prensa nacional y extranjera, las filtraciones de los jugadores. Qué injusto es el mundo, con los seres superiores. Y que tiemblen los clubs de medio planeta porque el club blanco tendrá que tirar de chequera, con prisa y sin pausa, para calmar a la plebe: a este paso el próximo domingo le sacan pañuelos hasta los de la grada de animación. Florentino, que serás un sapiens pero también eres mortal, como todos.

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