En mi profesión hay una norma, no escrita, que asegura que perro no come carne de perro y que viene a dejar patente que los periodistas ni debemos atacarnos ni criticarnos entre nosotros. Esta norma, que no se estudia en ningún libro de texto de la licenciatura de Periodismo, es una especie de «sugerensia» añeja que pasa de generación en generación, dentro del gremio de los junta letras, con la intención de -creo- preservar una profesión que viene a ser algo así como la de «fedatario de la actualidad». Siempre he dicho que para hacer ver a los demás que se es bueno -el número uno- no hay que hacer creer que el resto son malos, porque llega un momento en el que hay que demostrarlo y entonces se te ve el «culo mandrilero». Sin embargo, las zancadillas, los puñetazos al hígado -en plan Rocky Balboa- y las patadas en las cejas, para que el «adversario» no cojee, son habituales. ¡País!.

Sin embargo y por desgracia, pese a esa norma no escrita, hay demasiados navajazos traperos que dejan muy «tocada» una profesión que sólo debería ser enjuiciada/valorada por lectores, oyentes o espectadores, nunca por compañeros. Y a partir de ahí, que el Señor me ilumine y guíe mis dedos y mis manos a la hora de escribir porque la cosa está que arde y no quisiera echar más gasolina al fuego.

En mi profesión perro no come carne de perro, pero en política -¡ay amigo, en política!-; en política pasa lo contrario y todo porque los egos se anteponen a los intereses del pueblo. Y sucede que se recibe fuego amigo, ese que viene de tus propias filas y que, incluso, te puede llegar por la espalda. ¡Ay amigo, de ese fuego, del amigo, y en según qué situaciones y momentos, no se libra ni Dios!. Aunque se diga lo contrario, las envidias políticas y los bajonazos -estocada baja que atraviesa los pulmones del toro y termina por ahogar al animal en su misma sangre; Sesca, corrígeme si no es así-, afloran antes o después, pero salen; ¡vaya si salen!.

En política -¡y en Orihuela lo estamos viendo!-, perro sí come carne de perro. Es más, la dentellada perruna ha tenido dos trayectorias, como la «corná» de Avispado a Paquirri, que terminó matándolo. Una en dirección a los huevos, dejándolo «pasaico de dolor»; la otra a la yugular, provocando una hemorragia complicada de frenar, aunque uno de los «protas» es médico y alguna experiencia tendrá, digo yo, en suturar heridas.

La historia -¡no sé si escrita!- dice, refiriéndose a los Reyes Católicos, que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. En el caso que nos ocupa, y lo digo desde el respeto, no sé quién monta a quién. ¡Tampoco es que me preocupe mucho; lo reconozco!. ¿ Emilio a Damáso o Damáso a Emilio; quién monta y quién es el montado?. El otro día me llamó mi amigo Antonio Tormo, muy «preocupao», y me preguntó si lo que estaba pasando con «el candidato pepero» en Orihuela es un mal sueño. Otro amigo, Pedro, el del bar de la lonja, dice estar hasta más arriba de «los colindrones» de la pelea entre Bascuñana y Aparicio. Les contesté lo mismo, aquí, en Oleza: perro sí come carne de perro. La cosa pinta mal, porque a nadie le gusta que le ninguneen y cuando, como a la cochina -animal vertebrado de cuatro patas, familiar de los «jabalises»- le «pasan el morro» para llevarlo de un sitio a otro, termina por soltar «bocaos» a diestro y siniestro, a no ser que sea un manso de los que no topan, ¡porque en Orihuela hasta los mansos topan!. El lunes vino don Teo García Egea, escenificó la existencia de dos «pepés oriolanos», ratificó a Bascuñana como alcaldable y a Damáso como número 2, pero con aspiraciones. ¿Qué va a pasar con el diputado Paco Sáez Sironi?. La próxima legislatura, como los partidos de hace unos años en el Bernabéu, se va a hacer «molto longa».Y a «to» esto, ¿qué pasa con Pepe Vegara?. En sus muchas reuniones con Bonig, Eva y Císcar siempre dijo que estaba al servicio de Orihuela. ¡Lo han utilizado y si te he visto no me acuerdo, aunque es amigo de Damáso y lo mismo le reserva un «puestesico» en la lista!. Está claro, en Orihuela, el PP es el granero de votos de Cs y Vox.