Sí terminé, un artículo en el 2017,dónde clamaba, la vuelta a nuestra ciudad del nombre de Lucrecia Perez, primera víctima contabilizada en España por racismo, un crimen realizado por un guardia civil de ideología neonazi y que salió a asesinar a cualquier persona de piel negra. Aquí, había una plaza con su nombre hasta que el anterior equipo de gobierno liderado por Mercedes Alonso decidió cambiárselo por el de Aparadoras, que por supuesto nada tienen que ver con esta historia, y que en una ciudad en continuo crecimiento hubieran podido concederle cualquier obra, plaza o calle en construcción, pero no, había que borrar ese nombre y con ello también su historia, que al fin y al cabo a quien le iba a importar, ¿verdad?

Pues nos importa a muchísimas personas, así que ahora que suena la positiva noticia de que el actual gobierno municipal dará de nuevo el nombre de Lucrecia Pérez a un jardín en dicha plaza Aparadoras, sólo cabe felicitar la aprobación. A mi mente viene la frase de Julia Conesa, una de las después conocidas en la historia como Las Trece Rosas, fusiladas por el régimen franquista en agosto del 39 cuatro meses después de finalizar la guerra civil española, y que, en una carta escrita para sus padres antes de su fusilamiento dijo: «que mi nombre no se borre de la historia".

Que importante es no borrar los nombres, saber por qué murieron, porque fueron asesinadas, una por odio a su color de piel, otras por odio a su ideología política. Siguen las víctimas, que de una u otra forma son valientes y luchan por unos ideales, por unos sueños y que por eso y por todo, quieren llegar a España. Unas mueren ahogadas en la travesía, otras haciendo risky (colarse bajo un camión), otras en CIES con investigaciones archivadas, otras fueron víctimas de abusos en los trayectos. Que sus historias no se olviden. Si nos conformamos seremos cómplices del olvido, y si olvidamos ya caeremos en la más inhumana pérdida de valores: la ignorancia.

Ignorancia que es utilizada en discursos, bien políticos o de calle, contra las personas refugiadas en vez de recordar a todos los exiliados españoles que cruzaron en un frío febrero el Pirineo, hace solamente 80 años. Allí fueron tratados como auténticos criminales encerrándoles en campamentos simplemente por eso, por ser refugiados. Lugares espantosos como el de Argelès, Saint-Cypien, Barcarès, Agde y otros menos conocidos fueron para muchos su final.

Murieron a causa de las duras condiciones de hambre, frío y desatención médica y ni siquiera de todas las muertes hay constancia. La dureza insoportable en estos campos de concentración hizo, junto a la presión de las autoridades galas, que regresarán a España, apoyado con una falsa promesa franquista de que serían recibidos sin represalias, que muchos volvieran y nada más cruzar de nuevo la frontera a nuestro país, fueron encarcelados o fusilados. Historia que se repite ahora mismo, cuando países europeos piden, incluso alientan a los refugiados sirios a volver a Siria.

De sobra es sabido ya, que al volver a Siria, la rama de inteligencia policial de Damasco actúa citando e interrogando a los refugiados de vuelta, muchos están ya en listas de desaparecidos ya que nunca salieron de esos interrogatorios, y es que escapar de Siria buscando sobrevivir fuera, allí, es síntoma de persecución y continua sospecha. La historia se repite 80 años después y quién clama la vuelta de estas personas a sus países de origen, son instigadores del odio y se aprovechan de la falta de memoria histórica.