Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan R. Gil

Análisis

Juan R. Gil

Qué hacer cuando «to» es mortífero

Puig lleva semanas consultando con su equipo y con la vieja guardia socialista si adelanta las elecciones autonómicas

El president de la Generalitat, Ximo Puig, aprovechará este fin de semana, probablemente el último que disfrute descargado de agenda hasta el próximo verano, para decidir en Morella si adelanta las elecciones autonómicas y las convoca el domingo 28 de abril, haciéndolas coincidir con las generales para las que también esta semana entrante llamará a votar el presidente Pedro Sánchez. La de disolver las Corts y anticipar los comicios es una potestad que los jefes del Consell tienen desde la reforma del Estatut que impulsaron en 2006 el PP, que gobernaba la Comunitat bajo la batuta de Francisco Camps, y el PSOE, cuyo secretario general era entonces Joan Ignasi Pla, pero ningún presidente ha hecho uso de ella. Si Puig ejerciera ahora esa facultad, se daría otra situación inusual: las elecciones municipales, cuya fecha no puede modificarse y que, por tanto, tendrán lugar el 26 de mayo, se llevarían a cabo separadas en esta comunidad de las autonómicas, algo que solo ha ocurrido una vez desde la recuperación de la Democracia: hace cuarenta años, precisamente en abril de 1979.

Los principales asesores del president le aconsejan ese adelanto. También han apostado por ir a las urnas junto a Sánchez y no esperar al 26 de mayo la mayoría de las personas con las que Ximo Puig ha consultado en las últimas semanas, entre ellas buena parte de aquella vieja guardia socialista que hizo del PSOE una máquina de ganar elecciones hasta entrada la década de los 90. La decisión, sin embargo, no es fácil. Entre otras cosas, se daría la paradoja de que Ximo Puig pasaría a la historia como el primer presidente de la Comunidad Valenciana que anticipa unas elecciones, pero no lo haría para diferenciarlas de todas las demás y celebrarlas en solitario, sino para hacerlas coincidir con unos comicios de ámbito estatal, justo lo contrario de lo que el manual identitario indica. Pero a la fuerza ahorcan y la endiablada situación política pesa más en estos momentos que las convicciones autonomistas en el ánimo de Puig, que aunque todavía no ha comunicado su decisión final parece inclinado a proceder a ese adelanto, para lo que tendría que cambiar su agenda institucional, que a estas horas todavía lo sitúa el martes en un viaje oficial a Alemania, cuando lo más probable es que tenga que estar en València para proceder a decretar esa disolución de las Corts y la consecuente convocatoria electoral.

¿Qué razones son las que moverían al president a este adelanto? Para empezar, las encuestas. Ninguna de ellas son fiables en estos momentos, como se demostró por ejemplo en Andalucía el pasado mes de diciembre, donde los sondeos no fueron capaces de detectar ni la desmovilización de la izquierda ni el empuje de la ultraderecha. Pero es cierto que hay algo en la que todas coinciden, y es en que el PSOE sería el partido más votado, mejorando notablemente los resultados que obtuvo en 2016. Todos los que han aconsejado a Puig que adelante los comicios lo que en realidad le dicen es que se ponga en la estela de Sánchez y aproveche esa supuesta remontada del PSOE -que hace apenas unos meses aparecía en esas mismas encuestas quebrado- para mejorar sus propios resultados en la Comunidad Valenciana, más aún cuando en esta circunscripción la participación históricamente es mayor en elecciones generales que en autonómicas.

Ese es el principal argumento, pero hay otros sobre la mesa. El más significativo, por lo que supone de cambio de discurso, es el de que a Puig le interesa, tal como está el patio, marcar diferencias respecto al pacto del Botánico que ha sustentado su gobierno durante estos casi cuatro años. Que le conviene más en estos momentos asimilar su imagen a la que proyecta el PSOE a escala nacional que aparecer demasiado apegado a Compromís y Podemos, sus socios aquí. «Si mantiene las elecciones el 26 de mayo, en lugar de adelantarlas al 28 de abril, todo lo que vivirá en ese mes el Gobierno del Botánico será su propia degradación, porque sus integrantes no pueden dejar de rivalizar entre sí; mejor poner punto final ahora, y después de las elecciones ya vendrá lo que tenga que venir», comentaba ayer mismo un veterano socialista. No le falta razón. Todos -el PSOE, Compromís, Podemos... no digamos la derecha- han entrado ya en campaña, así que el mantra de la estabilidad del Consell, que hasta aquí ha sido útil porque ha sido cierto, deja de tener efecto.

Hay otro factor importante a tener en cuenta, que tiene que ver con la preocupación del PSOE por la situación de extrema debilidad en que se encuentra Podemos. Todas las aspiraciones a seguir gobernando la Comunidad que los socialistas puedan seguir albergando pasan porque Podemos, cuya bajada en votos y escaños se da por segura, no se hunda del todo. En definitiva, que obtenga el resultado suficiente para servir de muleta. Y los estrategas socialistas creen que, incluso si los de Pablo Iglesias no lo consideran así, las cifras de Podemos pueden ser mejores si generales y autonómicas se celebran juntas que si se votan con un mes de diferencia y las autonómicas son las que van detrás.

Quien formalmente más se opone a ese adelanto es Compromís. Ya dijimos antes que el manual identitario habla de celebrar elecciones autonómicas separadas de todas las demás, pero en todo caso nunca coincidiendo con las generales, y el partido más estructurado de Compromís es el Bloc, una fuerza nacionalista que considera eso un dogma de fe. Pero la líder de la coalición, Mónica Oltra, aunque públicamente mantenga el discurso contrario al anticipo de elecciones, está recibiendo también valoraciones sobre las ventajas que dicho anticipo podría tener para su formación. Compromís es un partido autonómico, con dificultades para hacerse oir en unas elecciones generales y más que en ninguna en estas que vienen, donde tantas cosas para el futuro del Estado y de sus ciudadanos hay en juego. En resumen, que Compromís tiene difícil hacerse un hueco en un debate nacional tan sumamente crispado como el que padecemos. Pero tiene buenos líderes -Oltra y Joan Baldoví, el portavoz en el Congreso de los Diputados-, con lo que la coincidencia de generales con autonómicas, que sí son las suyas, le puede proporcionar relato -la reclamación de la deuda histórica, la defensa de una financiación justa i tot aixo- y darle presencia. No es desdeñable, teniendo en cuenta que, de celebrarse las autonómicas el 26 de mayo, Compromís arrastraría la mochila del resultado de las generales que se habrían sustanciado solo un mes antes, y que eso podría constituir más un lastre que un acicate para votarles.

Y en el ánimo de Puig a la hora de optar por el adelanto hay aún otro factor muy relevante. Ya se ha escrito aquí que su marca personal está por encima de la de su partido. Pero sobre todo está mucho mejor valorada que la de la mayoría de los alcaldes o candidatos que el PSPV va a presentar en las municipales, más aún en la provincia de Alicante, donde los socialistas sufren un desgaste local severo. A Puig llevan semanas haciéndole el análisis de que le interesa más hacer campaña al mismo tiempo que Pedro Sánchez que hacerla, por ejemplo, con Sanguino. El primero puede tumbarlo, desde luego, pero también ayudarle; del segundo, es él el que tendría que tirar. Alejarse del griterío que las municipales llevan camino de ser es, para muchos de los asesores de Puig, un elemento claramente a favor del adelanto.

Hay razones en contra de ese anticipo, evidentemente. La solvencia de Puig es mayor hoy por hoy que la de sus rivales en la lucha por la presidencia de la Generalitat en la derecha, Bonig y Cantó. Y jugándose su destino con el de Sánchez esa ventaja se pierde. como tampoco será posible hacer un discurso diferenciado del nacional, que ponga en valor los méritos que puedan haberse acumulado en estos años de gobierno autonómico de izquierdas. Por otra parte, si la conjunción generales/autonómicas puede servir para que Podemos obtenga mejor resultado, también es indudable que beneficia a Vox, el partido de ultraderecha cuyo apoyo necesitan el PP y Cs para hacerse con la Generalitat. Por último, una campaña marcada por la política nacional es una campaña que pone en aprietos internos a Compromís en tanto que el conflicto catalán será omnipresente y Compromís ha demostrado tener serias dificultades internas para encontrar una posición unida y nítida en ese asunto capital. Y por mucho que mejorase el PSOE, suponiendo que así fuera, sin un buen resultado de Compromís no hay gobierno de la Generalitat posible. O sea, que vale aquí decir la frase lapidaria del personaje de Alfons Cervera, que tanto le gusta citar en estos tiempos convulsos al consejero de esta casa Jesús Prado: «Mires p'ande mires, to es mortífero». No sé qué verá Puig desde Morella, pero desde luego se ha ido mirando más para abril que para mayo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats