Mira que le están dando caña al CIS y a su director, José Félix Tezanos, e indirectamente al director de los barómetros, Antonio Alaminos. La opción de El CIS lo sirve crudo (INFORMACIÓN, 2-II-2019) deja el campo libre a las empresas de sondeos; la materia prima, las encuestas que el CIS recoge mensualmente. Cada empresa lo trabaja en su cocina para sus clientes. Así tienen la exclusiva en la publicación de la cocina, y además disponen de la mejor materia prima: tres mil entrevistas personales todos lo meses. Sin embargo, se les reprocha que están publicando unos resultados sesgados en favor del Partido Socialista. Esta misma semana en la Universidad de Alicante he tenido ocasión de escuchar a Julián Santamaría, el que fuera director del CIS, echaba de menos la «cocina» del CIS: no debería servir los datos crudos, como está haciendo, sino que debería dar una interpretación. Tanto la intención de voto como la intención más simpatía son datos directos de opinión y por sí mismos no dan una estimación de voto. La estimación conllevaría la ponderación de los datos por recuerdo, intención más simpatía, valoración de los líderes, y otras variables, en suma, la «cocina». Julián Santamaría fue un cocinero de primera y en la década de los 80 era un auténtico oráculo.

En el barómetro de febrero tanto en intención directa de voto, voto más simpatía, recuerdo de voto, recuerdo de los que votaron, liderazgo... el PSOE gana en todos los casos con holgura. La izquierda, PSOE y Podemos, saca entre 7 y 10 puntos más que la derecha: PP, Cs y Vox. La clave para estimar el voto es interpretar los que dicen que «no votarán» y los del «no sabe, no contesta» que suman entre el 27 y el 30% del censo. Entre los que no votarán hay un 4% que son las víctimas del «voto rogado», sistema que en la práctica impide que los emigrantes puedan votar y que Pedro Sánchez no ha corregido. Son jóvenes profesionales preparados que trabajan en el extranjero que votan mayoritariamente progresista. Un millón y medio de españoles que no van a poder votar en su inmensa mayoría. El resto, en torno a un 25% del censo son los del «no sabe, no contesta» y los que tienen decidido «no votar» que se reparten aproximadamente a partes iguales, y que deciden el voto en los últimos quince días.

En la encuesta 43,9% recuerda haber votado a la izquierda y un 33 por ciento a la derecha. Pero la realidad fue otra: en las últimas generales el voto a la derecha fue del 46%. La diferencia entre uno y otro dato son los del «no sabe, no contesta» que veíamos antes. Hay un voto oculto que en las últimas elecciones generales fue a la derecha y que anteriormente votó a la izquierda. El PSOE obtuvo en 1982 el 42%, y en las elecciones del 2015 tocó suelo con un 22%.

En mi opinión, una parte es voto oculto de la derecha que duda entre PP, Cs y Vox. Con esto, la estimación sería de un 44%-40% entre izquierda y derecha, pero el resto es voto de la izquierda. Primero están las víctimas del «voto rogado» que no podrá votar en su mayoría, y el voto que fue de la izquierda que se mueve entre votar y abstenerse. Por eso es fundamental para la izquierda movilizar a su electorado, minimizar la abstención, los que o bien no van a votar o lo decidirán a última hora.

La abstención es el otro dato clave a la hora de estimar el voto. En las últimas generales fue de récord, un 30%; en Alicante provincia el 25; y en la capital el 27. En las autonómicas de Andalucía la abstención superó el 40%. Los que dudaron entre el PSOE/abstención fueron más del doble que en el conjunto de la población, según el sondeo postelectoral del CIS, por eso la izquierda ha perdido el gobierno. Las primarias son como los referéndums, dividen y obligan a optar entre dos bloques a militantes, inscritos, afiliados, simpatizantes y votantes. Si no se integra a los perdedores, la división lleva a la abstención. Pasó en las listas andaluzas, puede pasar en las generales, autonómicas y en las municipales. Y no solo al PSOE, también a Podemos. Mejor escarmentar en cabeza ajena.