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Opinión

38 años

El pasado sábado se cumplieron 38 años del fallido golpe de estado del 23-F. Desde aquella noche oscura de 1981 donde sólo hablaban los transistores, no existía internet y España no era Europa, cuatro décadas de modernidad han dado como resultado un país muy distinto, con sólidos principios bien consensuados que hoy nadie pone en discusión y contra los que gente como Tejero o Milans del Bosch ya no podría atentar como atentó entonces. Hoy ya nadie intentaría actuar con el único razonamiento de la testosterona, los principios del macho y la pistola encima de la mesa; a nadie se le ocurriría retroceder ni un milímetro en la batalla contra la violencia machista falseando datos del Poder Judicial; nadie secuestraría la bandera nacional para ensartarla como arma arrojadiza contra el rival político; nadie pediría romper el estado de las autonomías que tanto ha servido para reflejar la diversidad de este país plural y proteger todas sus culturas y todos sus idiomas; nadie discutiría la gigantesca aportación que a golpe de sudor han hecho a nuestra prosperidad generaciones de inmigrantes venidos del sur; nadie negaría a las familias de quienes pasaron cuarenta años enterrados en una cuneta su derecho a la redención y a la memoria; nadie condenaría a toda una juventud a trabajar por sueldos de miseria en talleres, obras o cocinas de media Europa. Es este por fin un país tolerante, igualitario y libre con valores que ya están a refugio. ¿Verdad? Los mismos valores, por cierto, que recoge la Constitución. Esa que tantos dicen defender.

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