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Testosterona y política

Desde que la disputa entre los candidatos a cierto escaño inglés se centró en las propiedades laxantes del queso de Stilton...

Lunes

TRES ERAN TRES

Desde que la disputa entre los candidatos a cierto escaño inglés se centró en las propiedades laxantes del queso de Stilton, el debate electoral no ha dejado de agigantarse. Nuestra ministra Delgado ha contribuido recientemente a esta diversión hablando de la «derecha trifálica». Al principio pensé que era una errata y que la ministra había dicho «trifásica», pero ella ha aclarado que quería decir «tricéfala». No existen grandes diferencias entre tener tres falos o tres cabezas, de ahí el latiguillo «siempre estás pensando en lo mismo» con que suelen despacharse los impulsos masculinos (un notorio donjuán matizó que siempre pensaba no en «lo mismo», sino en «lo único»), pero admito que es ingenioso atraer el voto femenino dibujando con carboncillo tenebroso al oponente como un monstruo con tres falos, tres cabezas o tres seises, el número satánico, en las papeletas electorales. Supera ampliamente la pestilencia del queso de Stilton esta cruzada de la izquierda monovaginal contra la derecha trifálica. El resultado sólo puede ser una parodia rumbera del juego de la bestia con dos espaldas entre el moro Otelo y Desdémona. Disculpen tanta procacidad, pero empezó la ministra.

Martes

MÚSICA Y FIERAS

Tras su aspecto de profesor de matemáticas, sospecho que el acusado Turull esconde un alma chispeante. Hoy ha utilizado un argumento lírico para desmentir el carácter violento de la kermés del 27-O: «Somos el país de Pau Casals». Bueno, también son el país de Joan Serra, el bandolero de Lluis Llach. Los hermanos Gasol no hacen de Cataluña un país de gigantes, ni el do de pecho de Carreras convierte a los catalanes en un coro de querubines. Lo que juzgan los magistrados no es si un catalán llamado Pau Casals era incapaz de matar una mosca, sino si otro catalán llamado Jordi Turull infringió violentamente la ley. Escudarse tras estereotipos borrosos, antepasados legendarios o figuras ejemplares para conservar el poder o eludir responsabilidades es uno de los trucos menos honorables del vademécum político. Con mayor finura y trascendencia, Moisés y De Gaulle se apropiaron nada menos que de Yahvé y Francia para embaucar a sus pueblos errantes, mientras que Turull sólo logra parecerse a Joan Serra robando el violonchelo de Casals.

Miércoles

BUSCA Y CAPTURA

Estaba presenciando la trifulca de esta mañana entre Sánchez y Rivera y he pensado en esos matrimonios que tallaron un juvenil corazón en el roble y años más tarde culpan al otro de atentado ecológico en la demanda de divorcio. Era imposible que prosperara la investidura de Sánchez con el apoyo de Rivera hace dos años, aunque al menos desbloqueó la convocatoria de nuevas elecciones, pero entonces los comentaristas percibieron una sintonía de estilo y afán constructivo que contrastaba con la pachorra marianista y las alucinaciones revolucionarias de Iglesias. Aquel idilio es hoy una tempestad de reproches avinagrados en la que Rivera juega el papel de cónyuge culpable. Sánchez no ha cambiado: quería llegar a la Moncloa con los votos de Ciudadanos, de Puigdemont o de los niños cantores del Tirol y lo ha conseguido; Rivera también suspira por la Moncloa, pero tiende a variar de rumbo. Su última finta ha sido vetar a Sánchez como candidato a la investidura y esto explica tanto la furibunda reacción del presidente como las sonrisas cómplices de algunos compañeros lapidados en las primarias ante el previsible eslogan de la derecha: Sánchez es el problema.

Jueves

EL ARCO DEL TRIUNFO

Anoche estuve viendo con la habitual taquicardia el partido entre el Atlético y la Juventus. El Atlético juega en un estadio flamante financiado por un multimillonario chino, aunque el único rasgo oriental del equipo es que su defensa convierte la Gran Muralla en un parapeto infantil. Hoy podría destacarse exclusivamente el varapalo que propinó a los italianos, pero los titulares ilustran la victoria con el gesto de Simeone tras el primer gol. El entrenador hizo ademán de agarrarse los testículos mientras vociferaba su euforia, lo que en España se considera casi un acto reflejo y en el resto de Europa una guarrada obscena. Si el delegado de la UEFA es un pudoroso nórdico, cabe la posibilidad de que Simeone sea sancionado y no ayudan sus explicaciones posteriores: fue una victoria «por cojones». Pienso en la imbatible sección femenina del club que, no necesitando suspensorios, despliega tanto coraje como sus compañeros varones. Siempre fatalista tratándose del Atlético, mis pensamientos esta mañana circulan entre el partido de vuelta y el telegrama de Alfonso XIII al general Silvestre poco antes del desastre de Annual: «Olé tus cojones».

Viernes

PRO BONO PúBLICO

Ha terminado de emitirse «Vota Juan», una caricatura peligrosamente creíble de la política española. Juan es un diputado ascendido a ministro por los equilibrismos del juego entre facciones, el prototipo del buscavidas provinciano que aterriza en Madrid como las pateras atracan en la playa. En un programa televisivo de cocina saludable, Juan se ofrece a preparar patatas a la riojana. No le intimida su ineptitud semianalfabeta y conspira permanentemente. Las otras criaturas de la serie son un grupo de asesores cuya supervivencia pende de la del ministro, el presidente del Gobierno, culto pero carente de escrúpulos como Juan, un secretario presidencial con trazas de matón y un colega de gabinete sin la picardía truhanesca de Juan que también aspira a la sucesión. En el lenguaje del poder, «Madrid» no es un punto geográfico (los políticos madrileños comparten bajezas con el resto), sino el pináculo lujoso y acristalado de la pirámide donde se retribuye la ambición. En cuanto al pueblo soberano, Juan acaba con la carrera del ministro rival durante una charla con estudiantes: no sabe quién es el delantero centro de la selección española.

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