Ocupa el penúltimo puesto mundial en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. La renta media per cápita apenas supera los 700 dólares anuales y de sus poco más de cinco millones de habitantes, una cuarta parte han tenido que huir y abandonar sus hogares: es la República Centroafricana. Más de seiscientos mil desplazados internos, otros tantos refugiados en los países vecinos. Este es el panorama de la República Centroafricana. Un país en el corazón del continente. Un país rico en recursos naturales: diamantes, oro, uranio y otros metales preciosos, pero sumido en una guerra civil desde hace más de un lustro. Las Naciones Unidas intentan mediante la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA) parar la guerra civil que lo desangra. En otro frente, el comandante hasta 2018 de la Misión de Entrenamiento Europea para la República Centroafricana (EUTM-RCA) el general de división español, Fernando García, trabaja en la creación de unas Fuerzas Armadas Centro Africanas «modernas, eficaces, étnicamente equilibradas y democráticamente responsables», «en estrecha coordinación y complementando la actuación de la MINUSCA». Son algunos de los gastos que Trump no cuenta cómo aportación al presupuesto de Defensa y Seguridad Común. A eso también contribuye, desde distinto frente, el obispo de Bangassou, diócesis del sureste de la República Centroafricana, el español Juan José Aguirre, que lleva treinta y ocho años en Centroáfrica, y viene denunciando la violencia que se ha desatado desde hace cinco.

El último informe de la semana pasada presentado por el secretario general de la ONU al Consejo de Seguridad da cuenta de la situación política y, en particular, del proceso de paz que abre nuevas esperanzas. Este año se han celebrado por primera vez reuniones para un diálogo directo entre el gobierno y los grupos armados en Jartum (Sudán) bajo el auspicio de la Unión Africana y con el apoyo de las Naciones Unidas. En las mismas participaron representantes y dirigentes de catorce grupos armados y el pasado día 6 firmaron el Acuerdo Político para la Paz y la Reconciliación. El mismo prevé la creación de una Comisión de la Verdad y la Justicia, la creación de brigadas mixtas integradas por antiguos miembros de grupos armados y las Fuerzas de Defensa Nacional para proteger las fronteras del país y las actividades de trashumancia entre otras tareas. La iniciativa la encabeza la Organización para la Unidad Africana, con su Iniciativa Africana para la Paz y la Reconciliación, el propio gobierno centroafricano del presidente actual, Faustin-Archange Touadéra.

La MINUSCA, creada hace cinco años, cuenta con unos 12.000 efectivos militares, 2.000 agentes de policía, y casi otros tantos civiles en misiones de apoyo integrado por destacamentos de casi veinte países. De momento, ha puesto a disposición de la Corte Penal Internacional a los jefes antibalaka acusados de crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos entre 2013 y 2014. La Unión Europea, por su parte ha desplazado 170 militares, 60 del Eurocuerpo, entre ellos una veintena de españoles y cuya misión es el «asesoramiento, formación y adiestramiento de las fuerzas armadas centroafricanas con el fin de apoyar su reforma y así fortalecer su capacidad para contribuir a la defensa de su territorio y para la protección de su población». En los últimos dos años han instruido y adiestrado a tres batallones de infantería, unidades de operaciones especiales, paracaidistas, ingenieros, inteligencia, y protección. El Consejo Europeo ha prolongado su mandato hasta septiembre de 2020, es cuando se prevén elecciones.

El obispo cordobés Juan José Aguirre denunció a los grupos antibalaka -de mayoría cristiana- por la persecución islamófoba, y desde hace casi un año mantiene alojados y protegidos en el seminario a 1.500 musulmanes. A largo plazo puede ser igual o peor, ha denunciado «estamos viendo llegar a líderes del movimiento wahabita». Apoyados por Arabia Saudí y Qatar. Los que han hecho crecer a Boko Haram y al Isis (grupos islamistas radicales), en el corazón de África. «que es donde tienen todos los minerales». Porque «esto no es una lucha religiosa, sino de hacerse con el cobre, el manganeso y el coltán».

El último acuerdo político de febrero «representa un hito importante en el camino hacia una solución política duradera para la República Centroafricana», informa el Secretario General de la ONU. «El Acuerdo ha sentado las bases sobre las cuales todos los interesados nacionales, regionales e internacionales deben unirse y forjar una paz inclusiva y sostenible». Falta hace.