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Desde mi terraza

¡Vamos al teatro!

El sábado asistí a la representación de la obra Fedra, la inmortal obra de Eurípides (entre otros, puesto que el mito de la pasión incestuosa ha sido tratado por muchos autores), en versión de un buen autor como es Paco Becerra. El teatro abarrotado por el indudable gancho popular de una artista como Lolita Flores, que, dicho sea de paso, sea bienvenida a las tablas si su nombre (como el de otros muchos actores mediáticos) sirve para que el gran público conozca a los autores clásicos; pero admito que soy víctima de prejuicios, puesto que citar a esta Fedra, o a Electra, o a Medea, o a Antígona, me remite a actrices con un gran peso específico. Recuerdo la película que interpretó Melina Mercouri (con Anthony Perkins y Raf Vallone) o la versión doméstica española con la racial Emma Penella (con Vicente Parra y Enrique Diosdado), todos como ven «nombres» importantes. Lolita ha salido airosa del envite, pero desde mi punto de vista, y valorando la ductilidad y constantes progresos que la mayor del clan Flores está logrando, todavía no ha alcanzado la entidad que las heroínas del teatro grecolatino exigen; resulta difícil sustraerse al recuerdo de las pocas trágicas españolas descendientes de la Xirgu (me salen los nombres de Nuria Espert, Aurora Bautista, Asunción Sancho...) incluyendo también a una Concha Velasco que se reveló como acreedora del título de «trágica» con una Hécuba memorable. Por suerte parece ser que veremos a Nuria Espert este mismo año con su nuevo espectáculo basado en el Romancero Gitano de García Lorca. Esta sin duda dignísima Fedra ha sido la clausura de lo que se ha llamado Festival de Teatro Clásico, saco en el que cabe todo, que se ha desarrollado en el Teatro Principal de Alicante durante varios meses, con una discontinuidad que es consecuencia lógica de la dependencia de los planes de gira de las diversas compañías, pero que hace perder el carácter de festival temático al diluirse en el tiempo, y sería deseable concentrar todos los espectáculos como máximo en un mes. Estamos en el ecuador de una temporada en la que está teniendo más presencia la música que el teatro, y eso me hace añorar la ausencia de títulos e intérpretes que están de gira por España pero que no se anuncian en nuestro primer teatro; nombres como Josep Maria Flotats, Juan Echanove, José Sacristán, Albert Boadella, por citar sólo a algunos, están presentes en importantes montajes que, por miedo a la escasa respuesta de la taquilla, no veremos aquí. Y digo lo de siempre, un teatro público (y el Principal en la práctica lo es) tiene la obligación de recibir todos los trabajos interesantes que se produzcan en España. Y no estoy intentando dar lecciones de cómo programar un teatro, pero sí me considero obligado a recordar el indudable papel cultural que el teatro tiene, y que todos los directores y actores solventes deben estar presentes en cada temporada; la espada de Damocles que supone invertir un dinero importante ante una incierta respuesta de los espectadores, no debería ser un obstáculo para su programación. Que el gran público no responde lo suficiente es un hecho; como lo es el reconocer que se ha perdido ese hábito de ir al teatro que era normal hace unos años. Y porque público interesado lo hay, baste recordar la gran demanda que hace unas semanas tuvo la representación del espectáculo sobre Azaña que José Luis Gómez presentó en el Teatro Arniches, una sala que empieza a despegar después de muchos años de indiferencia y desconfianza. Así que Paco Sanguino, y durante el tiempo que le reste al frente del Teatro Principal, deberá echarle imaginación (que la tiene, y mucha) para recuperar público y poder así atreverse a programar sin que las angustias económicas (que todos los que hemos dirigido esa casa desde su restauración hemos sufrido) le coarten.

La Perla. «Si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sirvan para algo, será para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada, y que es indispensable que las haya» (Eugène Ionesco, autor teatral).

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