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El Reino Unido defiende su prensa para defender su democracia

El gobierno del Reino Unido encargó el año pasado a un grupo de expertos independientes un informe sobre las medidas necesarias para reflotar la prensa británica de calidad. Los periódicos tradicionales -los de todo el mundo- quedaron seriamente heridos por el impacto de gigantes tecnológicos como Google o Facebook. Las plataformas digitales vampirizaron la publicidad y los contenidos de los medios, y reemplazaron la responsabilidad social de los editores por unos algoritmos que estimulan el pensamiento tribal más radical, favorecen la desinformación y, a la postre, promueven el auge del autoritarismo trumpista, putinazi, voxero. En la última década, con la digitalización salvaje del ecosistema informativo, el 25% de los periodistas británicos se fueron al paro y una cuarta parte de los periódicos locales y regionales cerraron; más de 300 cabeceras. Pero, aunque muy importante, ese no fue el daño esencial. Todo el sistema peligra: los británicos saben que sin periódicos libres no hay democracia posible. ¿Cómo atajar esta sangría de la prensa libre? O sea, ¿cómo proteger la libertad? Acaban de publicarse las conclusiones de aquel informe. De todas ellas se deduce una idea principal: es el momento de que el gobierno intervenga. En dos sentidos. Uno, inyectando ayudas públicas y, dos, creando un organismo regulador que ataje los abusos de los dioses de Silicon Valley. Los especialistas -encabezados por Frances Cairncross, una de las periodistas y economistas más reputadas del Reino Unido- proponen en primer lugar un «reequilibrio» de las relaciones entre los gigantes tecnológicos y los medios de comunicación. Acabar, por ejemplo, con el imperio de los algoritmos. Evitar que un cambio repentino en los criterios automáticos de selección y jerarquización de contenidos que se muestran en Internet a los usuarios ocasione un desplome de audiencia e ingresos publicitarios en las ediciones digitales de los periódicos. También se propone que el organismo regulador del mercado de la competencia entre a analizar hasta qué punto Facebook o Google se han convertido en un duopolio que ha expulsado del mercado a operadores más pequeños. El argumento de que Google o Facebook sólo son plataformas neutras de intercambio de información ya no cuela. El informe Cairncross demanda que el gobierno británico embride a las tecnológicas, forzándolas a publicar informes de transparencia y obligándolas a «encontrar formas de aumentar el consumo de noticias de alta calidad entre los usuarios». Pero no se queda ahí. Proponen ayudas económicas directas al sector: crear un fondo de 10 millones de libras anuales para la innovación periodística, «destinado a mejorar la oferta de noticias de interés público». También ventajas fiscales que van desde eximir a las ediciones digitales del pago del IVA -la UE ya ha tomado esta decisión pero los Estados aún no han traspuesto la directiva-, a favorecer las donaciones filantrópicas a la prensa otorgando un «estatus caritativo» a las organizaciones sin ánimo de lucro productoras de noticias. También proponen un programa, a cargo de los fondos de la BBC y con un coste de 8 millones de libras al año, para pagar los salarios de hasta 300 periodistas que trabajen en publicaciones locales. Finalmente, plantean la creación de un «Instituto de Noticias de Interés Público» semejante al ya existente Consejo de las Artes, que promueve todo tipo de disciplinas artísticas y cuenta con unos 600 millones de libras anuales de presupuesto. Los autores del informe Cairncross son conscientes de que hoy «la gente tiene más reclamos que nunca» y también de que «es posible que las historias que la gente quiere leer no siempre sean las que deberían leer para garantizar que una democracia pueda pedir responsabilidades a sus servidores públicos». Pero, pese a esto, insisten en que sus propuestas ayudarán a que el periodismo permanezca enfocado a su utilidad social fundamental: «Asegurar la rendición pública de cuentas e investigar irregularidades».

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