Orquesta Filarmónica Londres

ADDA Sala Sinfónica.

Javier Perianes, piano. Juanjo Mena, director. Obras de Mozart y Beethoven.

Sucedió el otro día que en la zona en la que estaba sentado de la sala sinfónica del ADDA alguien se había volcado -no sé si intencionadamente o no- el bote de colonia antes de ir al concierto. El ambiente, que de cualquier manera se podría considerar un tipo de contaminación, me dejó trastornado por momentos y, aún superado el primer impacto, temí si el apabullante miasma me terminaría por anular el sentido del oído. Pensé entonces en la importancia de los distintos sentidos en un concierto. El primordial, el que nos debe hacer que por encima de la audición esté la escucha activa, se da por supuesto en cuanto importancia, al igual que el de la vista que, lo crean o no, puede llegar a tener una categoría casi como la del anterior. ¿Pero qué pasa con el resto? el tacto también puede tener que ver con la percepción; imaginen, si no, escuchar el Poco Allegreto de la Tercera Sinfonía de Brahms acariciando la mano de la persona amada. Teniendo en cuenta que en los conciertos no dejan comer ni beber y, por tanto, no tenemos que decir nada del gusto cabe preguntarse ¿y el olfato? ¿A qué huelen los conciertos? ¿y las orquestas?Si una persona con el talento para describir olores como es Patrick Süskind hubiera estado presente en el concierto que la Orquesta Filarmónica de Londres regaló el pasado lunes en la citada sala, habría tenido que ampliar el ya de por sí extenso vocabulario de perfumista que desarrolla en su famosa novela. Habría dicho algo así como que la Orquesta produjo un acorde de carácter frutal con predominio de floral blanco macerado por notas de especias largas y matices de vino a través de las rosas frescas y el carácter narcótico de la boronia parda. Esto, dicho en un lenguaje musical, viene a describir que la orquesta realizó un soberbio concierto con unas maderas impecablemente empastadas -aunque yo oí alto el primer fagot en toda la primera parte-consiguiendo ese sonido a madera -no es ironía, a veces las maderas orquestales suenan a silbato- redondo, dulce y persuasivo en el que frecuentemente piensan los compositores. En dicha primera parte actuó como solista el pianista sevillano Javier Perianes que interpretó el Primer concierto de Beethoven sabiendo aprovechar, tan inteligentemente como hace siempre, sus recursos para realizar una interpretación convincente para terminar por regalar de bis el Nocturno de las Piezas Líricas de Grieg. La segunda parte estuvo dominada, esta vez sin propina a pesar de la petición del público, por la Sinfonía nº 39 de Mozart en una interpretación llena de frescura, con unas cuerdas impecables y un director, el español Juanjo Mena, que tuvo la capacidad, al igual que los buenos perfumes, de mantenerse discreto, pero, a su vez, cautivador.