Cuando usted lea estas líneas, hace un año que deberíamos tener en uso el tren de alta velocidad entre Alicante y València. Pero no. El Gobierno nos mintió. También nos engañó cuando aseguró que entraría en funcionamiento en 2013, en 2014, en 2016...y así hasta nuestros días. Deberíamos preguntarnos el porqué aceptamos semejantes incumplimientos y la responsabilidad que como sociedad y provincia tenemos en permitir la tomadura de pelo que en este asunto vivimos desde hace seis años.
Debemos admitir que el proyecto, cuando se presentó, nos llenó de ilusión porque desde el año 2013 que llegó el AVE Madrid-Alicante en la provincia de Alicante se vive el sinsentido de que, proporcionalmente, los alicantinos tardamos menos en llegar a Madrid que a València. Baste decir que para recorrer los 200 kilómetros que nos separan de la capital del Túria tardamos hora y media y dos horas para los 500 kilómetros largos entre la capital de la provincia y la de España. Es un hecho irrebatible que en 2018 no llegó el «avecilla» (así llamado coloquialmente por circular a 260 kilómetros por hora, frente a los 300 kilómetros por hora del AVE), y un acto de fe el que nos pide ahora el Ministerio de Fomento para que nos creamos que estará activo en 2022. Puede que sí o puede que no.
Lo ocurrido hasta el momento, desde luego, no invita a la confianza, ya que han fracasado indistintamente y sin contemplaciones gobiernos del PP y del PSOE en este asunto. Winston Churchill aseguró en una ocasión que «El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones». La conexión entre València y Alicante a través del tren de alta velocidad, dentro del Corredor Mediterráneo, ha llegado en un momento en el que en España solo se habla y se piensa en elecciones. Desde hace ocho años el ministro de turno promete solo para lograr resultados electorales. Pero, ¿a quién le importa?
