En las últimas semanas, el envío de ayuda humanitaria a Venezuela viene siendo utilizado como un elemento más del conflicto que amenaza con desencadenar una guerra en una zona particularmente sensible de América Latina. Sin embargo, existe una coincidencia generalizada entre las ONG internacionales, instituciones y especialistas de la cooperación internacional: se está tratando de utilizar un aparente interés humanitario para justificar, facilitar y abrir la puerta a una intervención que pueda acabar con el régimen de Nicolás Maduro y poner en su lugar al candidato de Estados Unidos, Juan Guaidó.

Venezuela atraviesa una situación catastrófica que no deja de empeorar, con una población que sobrevive en medio de gigantescas penurias, sin poder satisfacer sus necesidades más elementales como la alimentación, con hospitales que carecen de lo más básico o no pueden prestar atenciones esenciales, con un aparato productivo en ruinas y una hiperinflación absolutamente estratosférica que demuestra el gigantesco colapso de su economía, que se sitúa por encima del 1.700.000% anual. La magnitud de la crisis venezolana es de tal calibre que el PIB ha caído a la mitad durante el mandato de Maduro, al tiempo que la renta per cápita se ha reducido en un 60%, con una acusada caída de la extracción de petróleo, principal fuente de ingresos del país, de un 65%. Bien es cierto que, en todo ello, las sanciones y el boicot que desde hace años Estados Unidos promueve contra este país, junto al bloqueo comercial y financiero, tienen una importante responsabilidad.

A consecuencia de ello, buena parte de la población venezolana viene protagonizando una acusada migración, marchándose del país, como han hecho ya unos tres millones de personas, cerca del 10 por ciento de su población, de los cuales unos doscientos mil han llegado hasta España, en el mayor éxodo que se ha vivido en Latinoamérica en los últimos cincuenta años.

Así las cosas, pocas dudas existen de que el gobierno de Maduro, junto a su núcleo de militares, contratistas y comisionistas, han llevado al país y a su población a una situación límite. Pero la operación de Estados Unidos de imponer a su candidato Guaidó para asegurar sus intereses petrolíferos en el país, como han reconocido abiertamente altos mandatarios de la administración de Donald Trump, incluso con la amenaza cierta de una intervención militar, no puede ser más rechazable, al demostrar el poco valor que dan a las vidas humanas o a la extensión de una guerra en una región particularmente inestable.

Tras el desastre causado en Libia, Siria, Irán o Afganistán, que una vez más Estados Unidos amenace con llevar la guerra y la destrucción a Venezuela, al tiempo que su candidato, Guaidó, reclama abiertamente una intervención militar para poder auparse al poder, solo puede producir indignación, rabia y desprecio, a partes iguales. Y como una vía más para lograr la caída del régimen de Maduro, se está tratando de utilizar el supuesto envío de ayuda humanitaria estadounidense a la población venezolana desde la frontera con Colombia.

El gobierno de Estados Unidos, el mismo país que ha suprimido la ayuda humanitaria a la población palestina a través de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), uno de los grupos de personas que viven en la situación más atroz y extrema del mundo, el mismo gobierno que mantiene sanciones contra la población venezolana que causan pérdidas diarias de bienes y alimentos esenciales muy superiores a los que dice querer llevar, afirma ahora que se preocupa tanto por la misma población venezolana a la que amenaza con atacar militarmente que quiere forzar la entrada de camiones con ayuda humanitaria, tratando con ello de facilitar la injerencia política y la confrontación. Justamente lo contrario de lo que tiene que ser la ayuda humanitaria.

Si nos atenemos a los datos de INFORM (Index for Risk Management), la principal plataforma mundial que mide el riesgo de crisis humanitarias y catástrofes en 191 países del mundo, apoyada por instituciones como la Unión Europea y Naciones Unidas, existen 63 naciones con niveles de riesgo humanitario muy superiores a los de Venezuela, un buen número de ellos sufren situaciones extremas que están ocasionando la muerte de miles de personas diariamente. Así, mientras que Venezuela obtiene un riesgo medio de 4,5 puntos y se sitúa en el puesto 64 de países en situación de riesgo humanitario, otras naciones de la región atraviesan situaciones de mayor emergencia, como Colombia, que obtiene 5,5 puntos, ocupando la posición 29, o México, calificado con 5,1 puntos, situándose en la posición 43, por poner algunos ejemplos.

Pero, además, la ayuda humanitaria necesita de trabajos de planificación, mecanismos de distribución junto a procesos de participación y control que tienen que ser previamente establecidos, y que en este caso no existen. Hasta el punto que una organización que no se caracteriza precisamente por sus posicionamientos públicos, como Cruz Roja, ha declarado que la ayuda que Estados Unidos pretende introducir en Venezuela «no es humanitaria», negándose a su distribución. Venezuela necesita ayuda, pero no de esta forma.