Las declaraciones de Pablo Casado sobre un futuro cambio legislativo de la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo -que entró en vigor el 5 de julio de 2010- en el caso de que el Partido Popular consiga la victoria en las próximas elecciones generales debe tomarse como un elemento más de la cruzada conservadora en la que el actual presidente del Partido Popular anda enfrascado como medio para recuperar el voto perdido hacia Vox. Aunque lo que ha llamado la atención ha sido no sólo el hecho de que con esta mención a una posible vuelta a la ley de 1985 con sus tres supuestos establecidos como únicos autorizados, sino sobre todo que como principal argumento para esa vuelta al pasado ha afirmado el necesario aumento de nacimientos como supuesto medio para preservar el actual sistema de pensiones públicas.

Que se esgrima la idea de que para mejorar la caja de la Seguridad Social hacen falta más niños y niñas que entren a formar parte del sistema productivo como trabajadores, demuestra qué entiende la derecha española por una sociedad libre, justa e igualitaria como modelo de cohesión social. Este modelo regresivo de sociedad debe enmarcarse en la ola neoconservadora que se está adueñando poco a poco de los países europeos, ideología en la que se mezclan ideas religiosas, nacionalismos patrios y, en general, una vuelta a valores rancios y caducos, pero con un nuevo envoltorio que supere el tamiz de la modernidad. Parece de mayor importancia que trabajadores que se incorporen al mercado laboral lo hagan con salarios dignos y por tanto contribuyan a la Seguridad Social en función de su salario.

No debería sorprender, en cualquier caso, esta exaltación de los ideales más básicos de la ideología conservadora. Acostumbra el Partido Popular cuando no está en el Gobierno a basar su oposición en dos pilares básicos. El primero, en la acusación de que el Partido Socialista siempre consigue el poder de manera ilegítima, es decir, rozando la ilegalidad. Ya tuvimos una buena ración de ello con la victoria del PSOE en las elecciones generales del año 2004. Llegaron a ser de tanta envergadura las acusaciones que se hicieron tras el 11M por parte de un Partido Popular instalado en la histeria absoluta que se llegó a decir que el PSOE había preparado aquel atentado en connivencia con una parte de la policía y los propios terroristas para hacerse con el poder. Todavía hay gente que hoy en día se creen semejante burrada. Hoy día se ha recuperado la misma idea cuando se dice que Pedro Sánchez es presidente gracias a los filoetarras y a los separatistas y no por la aplicación del precepto constitucional que articula la moción de censura.

El segundo se refiere a que el Partido Popular hace siempre promesas electorales completamente fuera de lugar e incluso en ocasiones inconstitucionales que, sin embargo, son creídas a pies juntillas por sus votantes. De todas aquellas manifestaciones en contra del matrimonio homosexual o contra la ley de plazos de interrupción del embarazo poco más se supo. Gobernó Mariano Rajoy y no hizo ningún cambio. Poco tardaron en darse cuenta los populares que si se negaban a dejar atrás sus retrógradas ideas sería la sociedad la que les dejase atrás. También cabe recordar la promesa de José María Aznar en la oposición en relación al cumplimiento íntegro de las condenas por parte de los terroristas de ETA. Cuando Aznar hizo esta promesa en campaña electoral sabía que para ello tenía que modificarse la Constitución Española y buena parte de la legislación penitenciaria española. Sin olvidar que los tribunales de justicia europeos competentes hubiesen declarado nulas condenas a cadenas perpetuas. Por supuesto cuando Aznar llegó al poder gracias a mentiras como esta no sólo no promovió ningún cambio legal, sino que durante su mandato se produjo el mayor acercamiento de presos de la historia de España a cárceles del País Vasco ya que por aquel entonces Aznar pretendía pasar a la posteridad como el artífice del fin de ETA. Se equivocó.

Esta promesa de Pablo Casado de modificar la Ley del Aborto no sólo debe incluirse en el catálogo de promesas que luego se lleva el viento al que el PP nos tiene acostumbrados, sino que hay que añadir un elemento de ultraconservadurismo que trata de evitar la fuga constante de votos hacia Vox. Si Pablo Casado quiere tener alguna proyección a futuro como líder de la derecha española debería fijarse en el liberalismo moderado que lleva gobernando las instituciones de la Unión Europea y de los países más avanzados desde hace decenios. Pretender terminar con la derecha más reaccionaria adueñándose de su ideario le sirvió a Aznar para tomar el poder en 1996. Ahora, sin embargo, el escenario es muy distinto. Existe Ciudadanos y una sociedad mucho más avanzada y la moda del ultraconservadurismo que pretende que nuestro país vuelva a la España de los años 50 también pasará.