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Desde mi terraza

Retórica y dialéctica

La retórica es el arte de dar al lenguaje hablado o escrito la eficacia para deleitar, conmover o persuadir; podemos decir que la retórica es cualquier proceso comunicativo que tenga como fin la persuasión. La oratoria es el arte de hablar con elocuencia, la retórica es la teoría y la oratoria es la práctica. Finalmente, la dialéctica, en el mundo filosófico griego, era el arte de discutir y se oponía a la retórica que sólo proponía enseñar a hablar bien ante un auditorio. Y fue Platón, nada menos que hace más de dos mil cien años, quien estudió estos términos y los aplicó a su peculiar filosofía de la vida, donde el proceso del cambio es la dialéctica. Platón defiende el pacto o contrato social como único medio de convivencia, partiendo de la idea de que todos los miembros del grupo están de acuerdo por voluntad propia, admitiendo la existencia de una autoridad, de unas normas morales y unas leyes a las que se someten; los derechos y los deberes de los individuos constituyen las cláusulas del contrato social, y el Estado es la entidad creada para hacer cumplir el contrato, teoría defendida por la mayoría de los estudiosos de la filosofía política hasta la actualidad. Si pensamos en el momento sociopolítico español, es evidente que cualquiera de las teorías citadas brilla por su ausencia; ausencia puesta de manifiesto por la mediocridad oratoria de nuestros políticos, y en la total incapacidad para entenderse. En estos momentos la sociedad española atraviesa uno de los peores momentos de convivencia, precisamente porque el necesario pacto social, el acuerdo sin imposiciones, la capacidad para discutir sin agresividad y buscando siempre la lógica del buen entendimiento, ni se entiende ni se practica. Veamos: un juicio por posible rebelión, un fracaso parlamentario formado por el acoso presidencial por grupos ideológicamente contrapuestos, y unos procesos a ex altos cargos públicos por corrupción, forman el escenario en el que se desarrolla la acción. La imposición de criterios en el conocido como» el procés» catalán, con descarado intento de chantaje al Gobierno para sumarse a apoyar los presupuestos generales de este año a cambio de que se autorice lo que, según la ley, no es autorizable, demuestra la incapacidad de un amplio sector de ciudadanos catalanes para aceptar la existencia de un Estado de Derecho, intentando transgredir las leyes y alterando las normas del juego; normas de juego hoy por hoy inalterables, pero que son mutables ?como cualquier norma- a través de un proceso de cambio legal, que por otro lado es muy legítimo. Pero no hay legitimidad sin legalidad. El juicio recién iniciado para dirimir responsabilidades a quienes impulsaron la imposición por la fuerza de sus ideas independentistas, por las bravas y saltándose las leyes vigentes, traerá cola para perjuicio de una convivencia frustrada desde hace años; difícil papeleta a resolver por un Poder Judicial que los encausados ni reconocen ni respetan. El Presidente del Gobierno se ha visto obligado a tirar por la calle de en medio al ver frustrados unos presupuestos generales por no acceder al chantaje, circunstancia esta que intentan capitalizar los grupos conservadores de la oposición, forzando el adelanto de unas elecciones por nadie deseadas excepto por dichos grupos. Y como colofón, otro escándalo por supuesta corrupción (con visos de verosimilitud) protagonizado por un expresident de la Generalitat Valenciana. Como ven, un panorama nada halagüeño. Panorama para el que desde mi humilde punto de vista, de ciudadano ajeno a la política pero preocupado por la mala praxis de la misma, no hay más salida que el pacto o contrato social por el que cada parte deberá ceder en algo en beneficio de la colectividad. La democracia es símbolo de sensatez, de orden, de aplicar la dialéctica antes que la retórica a veces hueca y carente de contenido; y exige por lo tanto unos políticos de talla, con altura de miras y con sentido común, que no dibujen un paisaje tan desolador como éste por el que actualmente transitamos. Créanme, estoy deseando volver a hablar de arte, de teatro, de música, de cine? de cultura en fin; pero resulta difícil desde esta jungla. Habrá que esperar tiempos mejores.

La Perla. «Cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria» (Cicerón, años 106 a 43 a. C.).

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