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La isla de Robinson

No me sorprendió escuchar al exfutbolista Michael Robinson su relato sobre el tratamiento del cáncer de piel con metástasis que él mismo desveló el pasado diciembre. Titular y beneficiario de seguro médico, la sanidad privada que Robinson había pagado hasta entonces le detectó un melanoma incurable que el comentarista deportivo lleva con un envidiable positivismo. In-cu-ra-ble, le dijeron, aunque con un tratamiento de control valorado en 14.000 euros al mes. La propia clínica le sugirió ponerse en manos del sistema hospitalario de la Comunidad de Madrid. La sanidad pública española es absolutamente ejemplar en todo el mundo. Tiene los médicos más cualificados y el personal sanitario más preparado; los mejores medios tecnológicos y una predisposición natural a curar al enfermo y a cumplir el juramento de Hipócrates hasta sus últimas consecuencias. Así era hasta que el Partido Popular se sacó de la manga aquella iniciativa de privatizar la sanidad o sus famosos planes de choque, que desviaban pacientes a las clínicas privadas de amiguetes con los que algunos políticos intentaban compartir amarres en puertos deportivos de lujo. La red pública sanitaria de un gobierno de izquierdas no debe caer en banalizaciones que hasta ahora le han sido ajenas. Obstaculizar a los médicos de familia en la petición directa (sin pasar por el especialista) de una colonoscopia, una endoscopia o una resonancia de rodilla, sólo hace que entorpecer la calidad de vida de los afectados, engordar las listas de espera o derivar a empresas privadas a pacientes cansados de que les prolonguen el tratamiento. Con semejante burocracia se pierde la fe en la sanidad pública y se beneficia a quienes hacen un lucrativo negocio con la política del neoliberalismo rampante. Nuestro sistema de salud tampoco puede permitirse abandonar en el trastero del hospital de Sant Joan la carísima tecnología donada por el primer empresario de España y aducir que los trámites están paralizados desde octubre. No quiero imaginarme que después del mazazo de saberse enfermos y de pasar meses de consulta en consulta, la vida de tantos Michael Robinson como debe de haber en la provincia de Alicante dependa de esa máquina. ¿Cuántos muertos está dispuesto a asumir el irresponsable que no ha puesto en marcha el proceso?

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