El juicio del procés va a ser una fábrica de titulares. Ya ayer hubo muchos. Lo seguiremos con interés trufado de pasión. Al principio. Luego el interés decaerá y en puertas del verano se tornará un coñazo. Una serie insufrible con manidos argumentos y episodios demasiado largos. Con un guion previsible. Y entonces solo desearemos el desenlace, la sentencia. Para compartirla o juzgarla (nunca mejor dicho) leve o severa, soliviantante o ejemplar.

Nótese las dotes de profeta con las que nos adornamos hoy, pero desgraciadamente, ya sabe uno que estos acontecimientos conllevan una empachera mediática. Durante días y semanas, algunos medios no hablarán de otra cosa. El hartazgo es previsible. No por eso es menos trascendental o, al menos, importante la cuestión.

Tal vez sea lo más importante que ha pasado en España en las últimas décadas, si exceptuamos el triunfo en el Mundial de la selección española. Empezamos a seguir el juicio con abrigo y es probable que oigamos la sentencia en el transistor, tumbados en la playa, con el sofocante calor de julio o el sol compasivo de septiembre. Agosto no es hábil. Es hábil descansar en agosto. En agosto hay fiestas y ferias por toda España. Se corren toros, se bebe vino, se engalanan villorrios, se elige un míster y orquestinas o bandas de músicos barrigones salen de gira a animar veladillas y madrugadas. En agosto, el que tiene pueblín vuelve a él a reencontrarse con primos y amigos de la infancia con los que antaño apedreaba gorriones y con los que hoy se toma cañas y torreznos mientras un niño de ciudad pide permiso para bañarse en el río. Los políticos presos, que lo están por alterar la ley y el orden y vulnerar el ordenamiento y presuntamente cometer rebelión y/o sedición, sin arrepentimiento de ello, tardarán bastante en bañarse en río cualquiera, pero al menos se evitó el baño de sangre, cosa presuntamente querida, vía eslovena, por lunáticos torrantes.

El juicio al procés lo tengo aquí delante, en la pantalla del ordenador. Sin voz. Habla el abogado de la defensa. Miro sus gestos, pienso en sus afanes, en qué habrá desayunado. Donde estudiaría, quién lo contrataría, cómo será hoy su descanso, si lo tiene, al llegar a casa. Quién lo esperará en ella. Qué vino beberá, cuántos whatsapp habrá recibido o cómo de sudada estará su camisa.

Un hombre más de los hombres y mujeres, más de quinientos, que hablarán en ese juicio, ya sean acusados, abogados, jueces, testigos, etcétera. Todo un país empeñado. Nadie cede ni se arrepiente. España en estado puro.