¡A poco que se empeñen, y van camino de ello, se lo cargan; vaya si se lo cargan!. El hombre -macho y hembra- es especialista en cargarse lo que funciona, pero, como no puede ser de otra forma, también es capaz de cargarse lo que no funciona, porque «pa» qué lo vamos a mantener; ¿verdad? El problema se presenta cuando nos empeñamos en joder la marrana sin ningún motivo, porque nos sale de los «colindrones», sin miramiento y sin anestesia! ¡Nos quedamos sin él como yo me quedé sin abuela!

Hace unos años, sobre todo en sus primeras ediciones, la cosa se vendía como la más grande de España y eso atraía personal de fuera, además de que el oriolano se volcaba a tope, sobre todo las comparsas moras y cristianas, que, con sus «tabernas medievales», daban color al evento, con lo que el resultado, como diría mi amigo Guti, era espectacular. La cosa, el Mercado Medieval, prometía y todo apuntaba a que se perpetuaría en el tiempo, pero, se quiera o no, ha decaído, no sé si porque los organizadores son más cabezones que la «estatuíca» de Goya que se le da a los galardonados por su trabajo en la industria cinematográfica.

Lo que hace unos años ejercía un efecto llamada para que mercadores y visitantes, venidos de lugares, aldeas, pueblos y ciudades más próximos al mal llamado reino de Tudemir, acudieran a la tierra de Origor, en la que magos y dragones cohabitaban con gentes temerosas de Dios y del señor feudal de turno, pero conscientes de que tenían a la princesa Lorena como defensora, contribuía a que la continuidad del reino estuviera asegurada. Pero, ¡mi gozo en un pozo!. Ya lo escribió el poeta: «Todo pasa/y todo queda/pero lo nuestro es pasar/pasar haciendo camino/camino sobre la mar?».

Y siendo así, una de dos, o los organizadores reinventan el Mercado Medieval o el zoco se va al carajo. Estaréis conmigo en lo acertado del refrán que asegura que «cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo». Creo que, siempre partiendo de mis propias pajas mentales -las que yo me guiso y yo me como-, sería conveniente replantearse la fecha de celebración de la cita con el medievo en Oleza. No es de recibo que cada año, se tropiece con la misma piedra: las inclemencias meteorológicas, sin que nos demos cuenta de que nos estamos cargando algo que arrancó con buenas expectativas, pero que, poco a poco, languidece y que, como no se tomen cartas en el asunto, más pronto que tarde, quedará en el recuerdo, en algo que puedo ser y que no fue, como otras tantas cosas.

Siempre he defendido que el Mercado Medieval de Orihuela debería tener actividades paralelas -en modo conferencias, exposiciones, etc?- para hacerlo más atractivo, tanto para el nativo como para el visitante, porque no olvidemos que, como en Toledo, aquí convivieron las tres culturas, judía, musulmana y cristiana. Y para eso, sólo habría que hacer uso y abuso de algo que debería ser muy importante para el desarrollo cultural e intelectual de la ciudad, la UMH, que tendría que involucrarse, sí o sí, casi por decreto ley, en esta historia. ¡Vamos, digo yo!.

No sé si estaréis conmigo en que si el Mercado Medieval cambiase de fecha, por ejemplo pasarlo a abril -aunque ya se sabe que en abril aguas mil-, tendría mejor acogida, porque ha quedado demostrado que en febrero, entre los agoreros, el viento y las bajas temperaturas, no «furula» y sólo lo mueve el entusiasmo de los colectivos festeros que ven como, año tras año, no se cumplen sus expectativas, ya que montan sus «tabernas» para conseguir unas «perricas» que luego vendrán muy bien para organizar la Fiesta en julio, aunque cada año se les arrincona más. Sólo hay que, como dicen los chavales de ahora y sin querer ser moderno, darle una pensada para procurar que una eutanasia se cargue algo que nació desde la ilusión, pero que con el que el tiempo se está ensañando. ¡Hasta los mercaderes se han «cabreao» por la inacción municipal!. ¡Se lo cargan, vaya si se lo cargan; al tiempo!.