La Grande Chapelle.
Albert Recasens, director. Obras de Hidalgo, Ruiz de Ribayaz y Machado.
La palabra villancico tenía en el siglo XVII un significado algo diferente al que asociamos hoy en día. No eran canciones asociadas únicamente a la Navidad, sino que también estaban relacionadas con el Corpus Christi así como a fiestas dedicadas a la Virgen o a santos locales siendo la mayor expresión de la música, y esto es muy importante, en castellano dentro de la iglesia. ¿Qué supuso esto? Pues fue un foco de atención y de atracción para el pueblo llano que veía en los villancicos una música mucho más cercana y accesible que la que, de usual, se cantaba en las catedrales en aquellos tiempos. En un principio –se lo pueden imaginar- la jerarquía de la iglesia fue reticente a esa inclusión de música profana aun tratando temas sacros, pero la afición de la parroquia por estos y su capacidad de propaganda terminó por convencerlos de su utilidad hasta el punto que empezaron a imprimir las letras para ayudar a su difusión. Cosas del mercado, ya ven. La cuestión es que en la misma época el otro canto con lengua vernácula era el Tono que era muy parecido al villancico, pero con temática profana, generalmente amorosa. Aunque también los había de tema religioso con los que estaban los Tonos a lo humano –los de tema amoroso- y a lo divino –los religiosos-. Un lío, vaya.