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Winter is coming

... como dicen en Juego de Tronos. Mientras aquÍ andamos discutiendo sobre las ocurrencias de sanchistas y torristas, a cuál más disparatada, en el mundo ocurren cosas mucho más serias y Donald Trump no pierde ocasión para crearnos problemas, aunque a veces tenga sus argumentos para hacerlo.

Como su reciente decisión de suspender la aplicación del Tratado INF que Reagan y Gorbachov firmaron en 1987 y que prohíbe el despliegue de misiles con un radio de acción entre los 500 y los 5000 kms, uno de los elementos cruciales de la seguridad tras la Segunda Guerra Mundial que beneficia sobre todo a los europeos porque eliminó de nuestro continente miles de cabezas nucleares de alcance intermedio. El otro es el Tratado NEW START que se

firmó en 2012 y que se refiere a los misiles intercontinentales, limitando su número a las cifras más bajas de los últimos 60 años. Caduca en 2021 sin que por el momento haya conversaciones entre Washington y Moscú para renovarlo o modificarlo, a pesar de haberlas ofrecido Moscú hace dos años.

Y estas cosas no se negocian en cuestión de semanas. La explicación que ha dado el secretario de Estado Pompeo es

que el tratado INF limita la capacidad americana de producir estos cohetes mientras que Rusia, el otro signatario, lo viola sistemáticamente y cita como prueba el misil 9M729. Por eso, añadió, el Tratado morirá en seis meses si antes Rusia no cambia de actitud. El Secretario General de la OTAN, Stoltenberg ha intervenido en el debate para decir que los americanos están cargados de razón y que los rusos son unos tramposos. Moscú, por su parte, acusa a los americanos de ser ellos lo que no lo cumplen actuando de mala fé con artimañas como desplegar junto a sus fronteras misiles defensivos que se pueden convertir en ofensivos en un pis-pás, o disponer de drones que no existían cuando se firmó el INF y que sin violar la letra del Acuerdo pueden producir los mismos resultados que los misiles de mediano alcance. Seguramente todos tienen razón.

Pero hay otro motivo muy importante que explica la decisión de Washington y es que el Tratado INF vincula a los rusos y a los norteamericanos pero no a los chinos, que no lo firmaron y que se están llenando de misiles de alcance corto y medio que instalan en atolones, arrecifes e islas artificiales en el Mar de China con el consiguiente riesgo para la libertad de navegación en esas aguas que son internacionales pero que Beijing reclama como propias en contra del Derecho Internacional. Son aguas que no solo tienen valor estratégico como vías de comunicación sino que parece que albergan fondos marinos muy ricos con minerales raros, petróleo etc. Con el Tratado INF en vigor, los americanos se encuentran en inferioridad de condiciones con respecto a los chinos porque estos pueden desplegar armas que

a ellos se les prohíben. Y en esto tienen razón. Por eso, aunque Washington y Moscú tienen el 90% de las cabezas nucleares, en EEUU se dice que el Tratado tal y como se firmó en 1987 ha perdido su razón de ser y que debería ser

sustituido por otro que comprometa a todos los países que ahora disponen de este tipo de misiles: EEUU, Rusia y China por supuesto, pero también India, Pakistán, Corea del Norte, Irán, Israel, Francia y el Reino Unido. Y a nadie se le oculta que una negociación de estas dimensiones y con tan distintos interlocutores es cualquier cosa menos sencilla.

Para demostrar que va en serio, Washington ha anunciado un aumento de su presupuesto para armas nucleares hasta 1,2 billones (con b) de dólares durante los próximos treinta años años. Una barbaridad de dinero. De momento ya está

desarrollando una nueva cabeza nuclear de potencia media para adaptarla a los misiles Trident que van a bordo de submarinos nucleares, como arma más útil para el área Indo-Pacifico donde no se sería fácil a Washington encontrar aliados dispuestos a permitir que se instalen en su suelo baterías americanas que Beijing pudiera considerar amenazadoras. Sin duda piensan que China es mucha China.

De modo que bienvenidos a una nueva era de inestabilidad nuclear porque por una parte los que violaban el Acuerdo ahora se sentirán con las manos aún más libres para seguir violándolo y porque -por otra parte- nos llevan a una carrera de armamentos de coste muy elevado, a un nuevo rearme nuclear, solo que en este caso con más gente con capacidad de apretar el gatillo y ya sabemos las estupideces que somos capaces de causar los humanos incluso cuando no nos lo proponemos. El del rearme es un argumento que utilizan los halcones en Washington para animar a los demás países a negociar y no embarcarse en una carrera ruinosa. Puede que sea cierto pero los experimentos es

mucho mejor hacerlos con gaseosa porque también el Director de Inteligencia Nacional norteamericano nos ha recordado no hace mucho que que el riesgo de conflicto "es hoy más alto que nunca desde el final de la Guerra Fría". Y no entro en otros riesgos como que ciberterroristas puedan interferir en los sistemas de mando y control nucleares, algo que por ahora no parece probable pero que pone los pelos de punta y que es más fácil que pueda suceder cuantas más bombas haya y cuantos más países las tengan.

Por eso no me parece que lo ocurrido sea una buena idea ni que vaya a hacer el mundo más seguro. Más bien al contrario.

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