Como ya he comentado en otras ocasiones, nuestra civilización occidental es la que es, en gran medida, por la herencia de la tradición judeocristiana, a pesar de que el término, acuñado en el siglo XIX, no está exento de polémica a causa de las tensiones geopolíticas actuales, entendidas como una dialéctica de confrontación entre occidente y el radicalismo islamista.

En cualquier caso, dado que en esta sección hablamos de libros, no cabe duda que una de las obras más leídas, traducidas e influyentes a lo largo de la historia es la propia Biblia. De hecho, el significado literal de la palabra «Biblia», que deriva del latín biblia y ésta, a su vez, lo hace del griego biblos, no es otro que libro o libros; aunque, en realidad, se cree que la palabra griega original procede del nombre de la ciudad portuaria egipcia de Byblos (en el actual Líbano), desde donde se exportaban a Grecia los papiros necesarios para hacer los rollos de escritos.

Desde un punto de vista filológico, también es interesante reseñar las lenguas en que fue escrita la Biblia original. El Antiguo Testamento lo fue en tres idiomas: hebreo, griego y arameo. El Nuevo Testamento fue redactado en una variedad popular del griego que se hablaba en el siglo I, denominada koiné. Con anterioridad, el hecho de que el griego fuera la lengua más difundida en la zona oriental del Mediterráneo, propició que el Rey Ptolomeo II Filadelfo (285-247 a.C.) encargara una traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego. Esa Biblia, conocida como la Septuaginta, por haber sido setenta y dos los traductores implicados en su redacción, supuso un esfuerzo de interpretación ortográfica, morfológica, sintáctica, semántica y hasta teológica, sin precedentes.

Posteriormente, la difusión del latín, como consecuencia de la extensión del Imperio Romano por toda Europa, hizo necesaria una traducción de la Biblia del griego a la nueva lingua franca. Esta traducción se conoce como Vetus Latina y fue a la que tuvieron acceso los primeros doctores de la Iglesia, como San Agustín. No obstante, el Papa Dámaso advirtió la necesidad de contar con una traducción de la Biblia que bebiera de las fuentes originales en hebreo, arameo y griego; por ese motivo le encargó a San Jerónimo (342-420) una nueva traducción. Esta nueva Biblia, conocida como la Vulgata, fue la versión oficial de las escrituras aceptada por la Iglesia Católica para su liturgia desde entonces hasta la celebración del Concilio Vaticano II (desarrollado entre 1962 y 1965), momento a partir del que se promovió la celebración de la liturgia en las lenguas vernáculas de los feligreses y, por lo tanto, la traducción de la Biblia a todos los idiomas.

Por lo tanto, con independencia de que cada cual se considere o no creyente, es evidente que la Biblia es un texto que ha ejercido una gran influencia sobre nuestra forma de pensar y, dado que el pensamiento se trasmite por medio de la palabra, sobre nuestra forma de hablar. No en vano, son muchas las citas literales de la Biblia que se han incorporado al acervo léxico del español como frases hechas o expresiones populares. A buen seguro todo el mundo ha oído, e incluso pronunciado, alguna vez adagios como «El dinero es la raíz de todos los males» Timoteo (6:9); «Ojo por ojo, diente por diente», Éxodo (21:23); «No hay nada nuevo bajo el sol», Eclesiastés (1:9); «Espada de doble filo», Proverbios (5:4); o «Lobo con piel de oveja», Mateo (7:15), entre otros.

Precisamente, el pasado día 3 de febrero, el diario Información publicaba una noticia titulada «El PSOE defiende el impacto de los presupuestos generales para Elche», a la que le seguía el siguiente subtítulo: «Los socialistas piden respaldo a las cuentas que califican de "justas y necesarias"». Ahí lo tienen, «justas y necesarias». Si algo es justo y necesario, ¿cómo no vamos a estar a favor? Si además «justo y necesario» es parte del prefacio con el que se concluye el ofertorio y se inicia el canon de la Misa. «Justo y necesario», dicho por los socialistas sobre la repercusión de los presupuestos para Elche. «Justo y necesario», porque «se incluyen 65 millones de euros para la red de cercanías aunque sin especificar a qué se van a destinar» (sic).

Yo les diré lo que es «justo y necesario» en materia de infraestructuras ferroviarias para Elche: convertir la estación de Matola en una intermodal para servicios de alta velocidad y cercanías. Construir una variante para conectar esa estación con los servicios de cercanías. Duplicar y electrificar la vía existente entre Elche y Alicante. Conectar la línea C1 (Alicante-Elche-Murcia) con el aeropuerto y construir una variante que evite los pasos a nivel y el retroceso en San Gabriel. Mejorar la explotación de la línea, aumentando las frecuencias y disminuyendo el tiempo de viaje. No es ciencia ficción, son las propuestas de un estudio del Ministerio de Fomento, de abril de 2010, conocido como «Plan de Infraestructuras Ferroviarias de Cercanías para la Comunidad Valenciana 2010-2020», que valoraba la actuación en 400 millones de euros.

Nueve años más tarde, el PSOE nos dice que un montante global de 65 millones para toda la provincia es «justo y necesario». En mayo podremos renovar gobiernos locales y autonómicos. Será nuestro «deber y salvación» poner a cada cual en su sitio.