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El juego de los errores

De la equivocación reiterada del Gobierno a la exaltación opositora

La política, como sucede con el fútbol, es un juego donde hay que hacer todo lo posible porque el contrario se equivoque y salga perdiendo en la comparación. La comparación es una medida recurrente que funciona de manera potable en un mundo imperfecto. Siempre funcionó y sirvió, además, para aliviar las conductas más terribles. El rey de Prusia, Federico el Grande, con la impertinencia propia de un monarca déspota, preguntó un día a su médico cuántas muertes pesaban sobre su conciencia, y el médico, sin morderse la lengua, respondió: "Unas trescientas mil menos que las de su majestad". No sabemos si después de aquello la del galeno pasó a ingresar la nómina. Pensar que Pedro Sánchez está cometiendo errores no es equivocarse demasiado. Puede que percibirlo de manera tan nítida lleve a sus opositores a la venezolanización para reclamar en las calles que convoque de inmediato elecciones. Ese puede ser también un error. Aquí hay un presidente de Gobierno que se ufana de resistir y emplea el concepto de resiliencia frente a los suyos y como sinónimo de rendición con los independentistas, pero no se trata de un tirano usurpando el poder como es el caso de Maduro. España no es Venezuela. Casado y Rivera han convocado, sin embargo, una concentración en Madrid contra "la humillación" de Sánchez "para echarle". Es verdad que Sánchez echó a Rajoy mediante una moción de censura, supuestamente con el fin de convocar las urnas y no lo ha hecho. No es menos cierto también que la sensación de que se está plegando a quienes lo apoyaron y pretenden destruir este país resulta cada vez más peligrosa e indigesta. Pero, recuerden el fútbol, es el contrario el que debe equivocarse.

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