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Europa, rehén de las tensiones entre EEUU y Rusia

El Viejo Continente vuelve a ser rehén de las tensiones entre Washington y Moscú en lo que aparece cada vez más como una reedición de la Guerra Fría a costa, como siempre, de los europeos.

La pasada semana, el secretario de Estado norteamericano y conocido halcón, Michael Pompeo, anunció finalmente lo que hacía tiempo que venían muchos pronosticando.

EEUU no se siente ya obligado por el tratado INF que firmaron Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en 1987 y por el que se prohíbe la producción, la prueba y el despliegue de misiles balísticos y de crucero con alcances de entre 500 y 5.500 kilómetros.

Aquel acuerdo puso fin a una época de fuertes tensiones Este-Oeste por el despliegue de los SS-20 soviéticos, a los que la OTAN respondió con la instalación en Alemania y otros países occidentales de cientos de misiles Pershing II y de crucero.

Como corresponsal en Bonn, tuve ocasión de cubrir entonces las grandes manifestaciones de los Verdes y demás pacifistas alemanes contra aquel despliegue militar. Había entonces una juventud rebelde y políticamente concienciada que hoy parece brillar en muchas partes por su ausencia.

El Gobierno de Donald Trump ha justificado su decisión de abandonar el tratado INF porque la Rusia de Vladimir Putin ya lo ha violado con su misil SSC-8, que amenaza, según la OTAN, a los países europeos.

Moscú niega, sin embargo, ese extremo y explica que el alcance de ese misil no supera los 480 kilómetros - no 2.600 como dice la OTAN- mientras acusa a Washington de violar el pacto bilateral con su sistema de interceptación de misiles, instalado en Rumanía, y fácilmente convertible en ofensivo, además de con sus nuevos drones.

No parecería en cualquier caso que EEUU tuviese necesidad de recurrir a esas armas ya que, sin infringir el acuerdo INF, que prohíbe sólo los misiles de crucero instalados en tierra, podría atacar a Rusia desde buques de superficie o submarinos situados cerca de las costs de ese país.

Tanto Washington como Moscú parecen compartir la misma preocupación: la posibilidad de que China y otras potencias no vinculadas por ese acuerdo bilateral desarrollen con total libertad ese tipo de armas nucleares, cada vez más peligrosas por la tecnología hipersónica, en la que ya trabajan Rusia y EEUU.

Quedan en cualquier caso seis meses para que EEUU cumpla su anuncio de abandonar el INF, y aunque todo parece indicar que no hay vuelta atrás, los europeos deberían al menos hacer oír fuerte su voz en Washington y Moscú porque son los primeros interesados en evitar una nueva carrera nuclear por encima de sus cabezas.

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