Lo siguiente ocurre en Estados Unidos cada cuatro años en las primarias presidenciales. Nadie se lanza a una carrera electoral, presidenciables, gobernadores, congresistas, senadores, alcaldables, etcétera, si antes, sus respectivos comités, no han escudriñado hasta el último de los rincones del lado obscuro de su candidato antes de convertirse en gladiador en la arena sangrienta en la que todo vale, donde sólo hay una regla, difundir a los medios todo aquello, verdad o mentira, que contribuya a destruir la imagen de sus competidores para resaltar la suya como impoluta y merecedora de los votos de aquellos que retribuyen la imagen perfecta.

El lado tenebroso de cualquier ser humano candidato existe, y si no es candidato, también, en mayor o menor medida. Si la negritud se percibe a primera vista y está más o menos documentado, la retirada de la carrera política es inmediata con excusas sonrojantes. A partir de ahí, la cosa se pone seria porque todos advierten que la munición utilizada no deja heridos, sino muertos políticos, balas Dum-dum, de punta hueca, que producen heridas y que abren agujeros que impiden cualquier tipo de reacción. Los comités supervivientes vuelven a reestudiar a su propio candidato por si algo se les ha pasado por alto, blanqueo de capital, onanismos de juventud con testigos, sexo con secretarias, síntomas de pederastia pasada, anomalías fiscales, extremismos universitarios en fraternidades, chulerías pasadas de tono en redes sociales, abusos sexuales amparados en el cargo, alcoholismo de efectos incontrolados y una larga lista de pecados superiores a veniales. Superados los filtros, vuelven a hacer lo mismo, pero en esta ocasión con los competidores que sobreviven en la carrera hasta que sus objetivos sucumben en el intento y abandonan del modo más discreto posible, sin la más mínima oportunidad de volver a intentarlo.

Abandonada la profesionalidad de los americanos en la selección con garantías de los candidatos, nos centramos en territorio hispano. Por no remontarnos a tiempos demasiado pretéritos, ejemplos tenemos para dar y tomar de pecados/pecadillos imperdonables en la cosa pública. Centrados en el último año, un ministro de Cultura del Gobierno español, batió el récord de duración de cargo público debido al uso de sociedad para lograr una optimización fiscal no pretendida por la norma tributaria, nada ilegal, mas escasamente solidario; una presidenta de una Comunidad española dimitió de su cargo por haber, presuntamente, sido destinataria de tratos de favor en la realización de un master, hasta tal punto que se encuentra imputada; otra ministra antigua consejera de nuestra Comunidad, dimitió del cargo en septiembre pasado tras ser acusada de presunto plagio en un trabajo de fin de máster, así como otras irregularidades en las calificaciones obtenidas en dichos estudios, si bien, la jueza decidió el sobreseimiento al no quedar debidamente acreditada la perpetración de infracción penal alguna; por último, hace unos días aparece en los medios otro «mirlo blanco» apadrinado por el presidente del Gobierno, ambos con orígenes en «La Demencia», panda de cachondos del Estudiantes de Baloncesto, y no trascurridos siquiera dos días, se le acusa públicamente de que Hacienda se ha metido con él por el uso pelín desviado de sociedades en compra de inmuebles y otros negocios que, si bien no deja de ser un uso no pretendido de sociedades para torcer la ley en su beneficio, se limita a ser, en su caso, una infracción administrativa que le lleva a ponerle en genuflexión ante el confesionario y recibir una penitencia que no se mide en oraciones sino en euros.

Lo anterior son simples ejemplos de la necesidad, cada vez mayor, de una prensa libre e independiente que se limite a fotografiar conductas poco aconsejables para aquellos que acceden a cargos públicos porque dañan la credibilidad del sistema y contribuyen al alejamiento de los ciudadanos de sus instituciones. Otra cosa bien distinta es el uso que tertulianos y otras especies puedan hacer de tal información en beneficio partidista, lo que entra en terrenos mucho más viscosos.

Corolario dirigido a quienes eligen a los candidatos, por favor, desnúdenles antes para evitar que los mirlos blancos se conviertan en cuervos negros y te saquen los ojos