El próximo 25 de mayo se cumplirán 120 años del fallecimiento del gran tribuno Emilio Castelar, mientras convalecía en casa de unos amigos en San Pedro del Pinatar (Murcia).

Las Fiestas de Moros y Cristianos que la Villa de Sax celebra en Honor de San Blas del 1 al 5 de febrero son una buena ocasión para rendir un homenaje al gran orador y estadista, Presidente de la I República Española, que tan vinculado estuvo siempre a la comarca del Vinalopó, durante su infancia compartida entre Elda y Sax, villa en la que inició sus estudios bajo la dirección del maestro don Pedro Valera, y con la que nunca perdió el contacto ni los lazos de fraternal amistad con los hermanos Secundino y José Joaquín Senabre Gil, también huérfanos como él.

En 1838, a los pocos meses de llegar a Elda, Castelar vio por primera vez las Fiestas de Moros y Cristianos de Sax, como nos relata el doctor Bernardo Herrero Ochoa en su libro «Castelar. Su infancia y su último año de vida», publicado en 1914, y donde recoge la relación del político con su familia y con él mismo, pues en su calidad de médico cuidó de su salud al final de su vida:

«Castelar vio por primera vez en Sax las fiestas de moros y cristianos, de las que era gran entusiasta, el 1838, en la que este pueblo dedica a su patrono, San Blas, en los primeros días del mes de Febrero, y cuando contaba poco más de cinco años. En el año 1838 figuraba como uno de los primeros número del programa de las fiestas, la inauguración de las fuentes públicas; tenía el pueblo extramuros sus aguas potables, y venciendo mil dificultades, y tras cuantiosos dispendios, había logrado llevarlas al interior de la población. Comenzaron, pues, a correr las fuentes, en las primeras horas de la mañana del día 2 de Febrero, y tal alegría produjo entre los vecinos, que dos de ellos se zambullieron en el pilón de la que había en la plaza, dándose un gran baño de placer. Castelar, que presenció la escena, nos la repetía varias veces, citándonos hasta los nombres de los dos intrépidos sajeños, que pudieron pagar sus entusiasmos acuáticos con una pulmonía».

En las líneas anteriores Bernardo Herrero nos indica el entusiasmo de Castelar por las Fiestas de Moros y Cristianos de Sax, y en su «Historia de Sax», el citado autor vuelve a incidir en su interés por las mismas:

«D. Emilio Castelar, que tantas veces durante su niñez había visto en Sax las fiestas de moros y cristianos, y que no nos visitaba una sola vez sin enterarse de las novedades de la fiesta, pintó como él sólo sabía hacerlo, hasta qué punto llega la ilusión de las masas populares, en estas comedias representadas al aire libre». Se refiere el médico sajeño al artículo titulado «Las fiestas de mi pueblo», publicado en 1880 en el almanaque de la Ilustración Española y Americana.

Bernardo Herrero, en su libro sobre Castelar, nos cuenta su estancia en Sax durante su última visita, en el verano de 1898, y menciona como los nietos de su hermana Concha, casada con José Joaquín Senabre Gil, amigo de la infancia del tribuno, lo acompañaban en sus paseos por el campo. Niños y niñas que aparecen junto a Castelar en las fotografías de 1898: en el huerto de la casa de la calle Mayor, en el Molino Vapor, en La Tejera, en la Casa Don Bernardo?

Y los recuerdos de algunas de las nietas, recogidos por Maribel Berna Box en una entrevista del año 1970, publicada en la revista «Idealidad», nos proporcionan más información sobre la afición de Castelar por las Fiestas de Moros y Cristianos de Sax, pues también durante sus estancias veraniegas en la casa de su amigo Secundino Senabre, se deleitaba con la música, los desfiles y las Embajadas, como cuentan las hermanas Ana y Concha Herrero Senabre:

«... -Aún recuerdo cómo me gustaban las serenatas que daban a don Emilio, bajo estos balcones, porque aquí -nos señala una puerta que da al salón- estaba su dormitorio.

Aclaremos que, por aquellos tiempos, y siendo Sax un pueblo con un gran ambiente musical, existían dos bandas de música: una era llamada de los Marcos; otra, de los Senabre. Las dos familias más representativas del pueblo y su comarca? Y, según el partido que estaba en el poder, así actuaba una u otra en los actos oficiales, o bien con motivo de las famosas fiestas de Moros y Cristianos, aún vigentes. Naturalmente, las visitas de Castelar eran amenizadas por la de los Senabre.

Parece que el tiempo se ha detenido en esta estancia, y las hermanas ponen su granito de arena para que los recuerdos fluyan.

-Recuerdo como si fuese ahora la celebración en pleno verano -suelen celebrarse en febrero- de las embajadas de Moros y Cristianos en mi casa para que las viera don Emilio, cuando estaba ya bastante enfermo. Para esto, nos vistieron a varios críos de Moros y, con la banda de música tocando marchas, desde el zaguán, íbamos de arriba abajo desfilando; luego, dos chicos mayorcitos, subidos cada uno en una silla, recitando las embajadas, uno de moro y otro de cristiano...».

En aquel año 1898 participaban cuatro comparsas en las Fiestas de San Blas: dos originarias del primer tercio del siglo XIX: Moros y Cristianos; y dos fundadas en la segunda mitad: Marruecos y Garibaldinos. Y por fuerza, esta última Comparsa, los Garibaldinos, fundada pocos años antes en homenaje al héroe y patriota italiano, le traería a Castelar emocionados recuerdos de su gran amigo Giuseppe Garibaldi, fallecido en 1882, militar y político republicano, gran luchador por la libertad y por la unificación de Italia, al que Castelar visitó en varias ocasiones, con el que mantuvo una afectuosa correspondencia, y sobre el que escribió en muchas de sus obras, manifestando tal entusiasmo por Garibaldi que acabó elevándolo a la categoría de mito, todavía en vida del general italiano.

La influencia de Garibaldi en las Fiestas de Moros y Cristianos no se circunscribe solamente a Sax, pues durante las décadas de 1870 y 1880 también desfilaron comparsas garibaldinas por Alcoy y Petrer, y a comienzos del siglo veinte, en Ibi y Mutxamel, todas ellas desaparecidas. En su retrato histórico de Garibaldi, convierte en legendario su traje: «Cuando los pueblos de Sicilia veían su camisa roja, su manto gris, su sombrero tirolés, creían ver la imagen de la victoria». Y casi ciento cincuenta años después, los Garibaldinos siguen desfilando por Sax con su guerrera granate.