En una auténtica demostración de abuso de poder y desmesurado afán lucrativo, el Ayuntamiento de Benidorm se encuentra inmerso en un progresivo proceso de privatización de sus playas. Privatización, naturalmente, con fines fundamentalmente lucrativos, en favor de un par de concesionarios.

La acumulación, cada día mayor, de los cientos de hamacas, hidropedales, etcétera, unidos a su irracional ordenación, presentan una imagen horrible e invasiva, en perjuicio del libre derecho de uso del espacio público, cuales son las playas.

En todo caso, la ocupación de la playa por instalaciones de cualquier tipo, incluso por las correspondientes a los servicios de temporada, no puede exceder, en su conjunto, de la mitad de la superficie de la playa en pleamar, distribuyéndose de forma homogénea a lo largo de la misma.

En cuanto a la explotación de servicios de temporada en las playas, que sólo requieran instalaciones desmontables, naturalmente la autorización correspondiente se otorga por el Ayuntamiento, si bien tales autorizaciones en ningún caso pueden desnaturalizar el principio de uso público de las playas. Debe de hacerse especial hincapié en esto último, precisamente, según Ley: El principio de uso público de las playas.

Ni el honesto empleado, cuya misión no es otra que la colocación de las hamacas a la demanda del cliente, representa autoridad alguna, ni su empresa está licenciada para apropiarse, con carácter de exclusiva, de espacio público alguno.

Hemos de suponer que los responsables municipales de Playas conocen, a la perfección, la materia de Ordenación de Playas. Ya saben: Zona de Baño, Zona de Paseo y Zona de reposo. Pues bien, todas ellas se hayan invadidas, en Benidorm, por los cientos de hamacas de adjudicación privada, sin respeto alguno al espacio público.

Esta irracional ordenación, viene, además, a castigar a determinados tramos de playa, de especial manera en la de Levante, provocando un trato discriminatorio, precisamente donde residentes y visitantes soportan las más altas tasas municipales.

Resulta profundamente lamentable la dejación de responsabilidades con que la corporación municipal de Benidorm actúa, quien, a pesar de los numerosos escritos de denuncia recibidos, opta por la más negligente de las reacciones: el silencio por respuesta.

Desde aquí, hago un llamamiento urgente a la corporación municipal y al propio alcalde de Benidorm, don Antonio Pérez, para que mediten, aunque sea con retraso, por cuanto su gestión y la de sus antecesores está produciendo de degradación, perjuicio y daño a la imagen y marca de la que, en otros tiempos, fuese primera ciudad de ocio y vacaciones de nuestro país y muy posiblemente, de todo el Mediterráneo.

Señor alcalde, no pierda un solo segundo más y tome medidas correctoras, ya.

De lo contrario, está usted corriendo el riesgo de pasar, junto a sus dos últimos antecesores, como los peores alcaldes de la historia de esa bellísima joya turística llamada Benidorm. Aquellos que la hundieron. Sus conciudadanos habrán de saber evaluar todo esto en las próximas elecciones municipales.

Dicho sea con el debido respeto, por un profesional y empresario del Turismo que tan solo desea lo mejor para la primera industria de nuestro país y para la bella ciudad de Benidorm que, durante más de tres décadas, he tenido la satisfacción de promocionar en medio mundo.