El fútbol según Javier Tebas es lo que ocurre únicamente y exclusivamente en el rectángulo de juego. Mostrar lo demás queda a criterio del ser superior. La reflexión llega después de que el realizador del Valencia-Getafe de Copa, vibrante partido calentado en exceso por el dúo de enemigos íntimos que forman Marcelino y Bordalás, hurtara a los espectadores la bochornosa tangana que se produjo al final del partido. Si el ramalazo de censura fuera para proteger al aficionado de tan grotesco espectáculo, poco habría que decir. Pero en los tiempos de las redes sociales en los que cualquiera armado con un móvil se cree un cineasta llamado a ganar un Oscar, poco sentido tiene enfocar la cámara al cielo en busca de gamusinos. Lo peor es que censurar las retransmisiones y las entrevistas a pie de campo a los futbolistas es algo que Tebas quiere institucionalizar. Y el patrón no lo esconde. ¡Qué va a ser eso de preguntar cosas al margen del "jugamos como nunca, perdimos como siempre"! Tebas, nostálgico del saludo romano, está convencido de que el éxito del binomio fútbol y televisión pasa por convertirlo en una especie de Nodo que, además de mostrar a los paisaninos en pantalón corto pateando un balón, glose sus gestas y tape cualquier muestra, por inocente que sea, de disidencia. El patrón quiere a la sufrida afición desapasionada y con el cerebro en la sección de congelados. Vamos, ver, oír, callar y pagar. De ahí, sin ir más lejos, que aplaudiera que el pasado lunes durante la protesta de la afición del Alavés por tener que comerse demasiados partidos los lunes -la tropa no entró al campo hasta el minuto cinco- los planos de la televisión fueran cortos, evitando mostrar las gradas vacías. Cosas de Tebas al que, como el tango, hay temas que le gusta que se hagan a media luz. O aún mejor, sin ella.
