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Ópera y salud

El Real inicia una curiosa experiencia para evaluar la influencia de las óperas en el bienestar de los asistentes

A veces llegan, a través de los gabinetes de prensa de las instituciones culturales, curiosas notas. El Teatro Real de Madrid acaba de firmar un acuerdo con una empresa especializada en salud digital. El asunto principal es que esta empresa pasa a ser patrocinadora de la temporada madrileña pero a la vez ambos se comprometen a que se realice un estudio en el que un equipo de profesionales de la misma seguirán a determinados espectadores en títulos como Capriccio de Strauss, Il trovatore de Verdi o Agrippina de Händel, entre otros, mediante el estudio de varias constantes vitales, antes y después de cada ópera, para ver como "ha repercutido en ellos la interpretación de la misma" (sic). Ardo en deseos de conocer los resultados de semejante estudio y ya pueden poner todo el Big Data a pleno rendimiento porque las variables que se encontrarán van a ser muchas en cada sesión. Valoremos, así por alto, el panorama y elijamos un ejemplo de los títulos a estudiar: Il trovatore de Giuseppe Verdi. Muchos de los espectadores acuden al teatro por el sistema de abono. Es decir, van a todas las propuestas de la temporada y, entre ellos, los habrá muy verdianos y otros nada. Por lo tanto la reacción va a ser, de entrada, muy diversa en función de los gustos de cada cual. A continuación veamos otros factores: Francisco Negrín será el responsable de la propuesta escénica. No es un director de escena especialmente conservador. Por lo tanto la hipertensión del espectador también se va a ver afectada por lo que vea ese día sobre el escenario. Si le gusta algo distinto y rompedor, feliz, y si, por el contrario, es un "guardián de la ortodoxia" se va a enfadar bastante y se pueden disparar los valores. También habrá que analizar si encuentra adecuado al maestro o al coro. Y ¿no habrá diferencias según el reparto al que se asista? En Verdi las voces son clave y, a lo mejor, la presión arterial se remansa con la soprano pero se descompensa con el tenor, mientras que a otro es el barítono el que le va a sacar de quicio. Por tanto, ¿qué tablas objetivas se van a tener en cuenta para hacer el estudio de conjunto? Habrá que esperar la investigación final y aguardo con interés que se nos explique con detalle el método que se va a seguir y los resultados de cada jornada porque ¿producirán los mismos estímulos Händel que Richard Strauss? Lo dudo mucho. Mucho me temo que esta opción de evaluar la influencia de la ópera en la salud se parece mucho a aquellos estudios de hace unos años que medían los beneficios, así en general, de la música clásica en las personas e incluso en las vacas y su productividad láctea. Siempre me preguntaba, ¿qué autor será? ¿Monteverdi, Mozart, Alban Berg o Stockhausen? Sospechaba con malicia que los investigadores tenían un concepto muy reducido de lo que era música clásica, casi siempre asentado en un periodo más o menos galante, con alguna creación mozartiana como punto de partida. Y, efectivamente, con el paso de los años se fue afinando y la música del salzburgués fue de las más empleadas desde el punto de vista terapéutico. Ahora le toca, así en general, el turno a la ópera. Igual conseguimos que Verdi sea buen remedio para bajar el colesterol o la tensión arterial. Beneficios colaterales del arte, podríamos decir

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