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Llegan los auditores

Igual que toda ola, un drama tiene su resaca. Cualquier tragedia nos parece injusta, y al bajar la angustia deja un sentimiento de culpa, como barro después de la riada. Una vez instalada la culpa, ésta, que no resiste la orfandad, busca un culpable del que colgarse. Confieso que en el drama de Julen he estado atento sólo a la información, y fuera de la burbuja mediática, pero el suceso tenía tanta potencia emotiva que era inevitable que fuese amplificado y explotado, y más en tiempos de inflación emocional.

No tiene sentido por tanto culpar ahora a quienes agitaron el circo, ni mucho menos aún insinuar una supuesta sobreactuación del operativo, con el argumento de que Julen sería sólo un muerto más (y, en el fondo, de que darle tanto aire ha roto la igualdad). Luego esos auditores de racionalidad que no entienden nada de vísceras humanas se sorprenderán todavía de que haya populismo.

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