La otra tarde acudí a urgencias en el hospital y lo primero que me dieron fue una mascarilla. La gripe está haciendo estragos estos días y cualquier protección es poca, pero las medidas para evitarla siguen siendo algo precarias. No somos muy cuidadosos con las toses, los estornudos y la limpieza de manos. Parece que le damos poca importancia a los contagios, y únicamente caemos en la cuenta cuando ya es demasiado tarde.

Lo bueno y lo malo de este tema es que no se circunscriben solamente a enfermedades físicas, existen otro tipo a los que somos tan susceptibles o más y que pasan mucho más desapercibidos. La mayoría de las veces no somos conscientes de que estamos siendo contagiados. Una de las formas más básicas es el contagio emocional que funciona constantemente en las relaciones interpersonales. Tu interlocutor te saluda y te sonríe afablemente y correspondes con una sonrisa aunque lleves un día nefasto. La invisibilidad de las emociones, al igual que la de los virus, se transmite sutilmente y nos inunda.

Los estudiosos de las emociones saben que los cerebros de las personas pueden conectarse sin cables. Las llamadas neuronas espejo son las encargadas de que este fenómeno tan maravillosos se lleve a cabo sin que tengamos que poner nada de nuestra parte, simplemente ocurre. Lloramos amargamente cuando visionamos una película aun sabiendo que es pura ficción y que no significa nada para nuestras vidas.

Otra de las fuentes de contagio, importante e invisible, es la temida ansiedad. Es posible ser objeto de la ansiedad ajena cuando nos exponemos a ella sin ser conscientes de que estamos bajo su influjo. Podemos estar disfrutando de la tranquilidad del hogar y ser invadidos por la presencia de alguien estresado o ansioso que de inmediato nos contagia y altera. Pero puede llegar a ser mucho más invisible y sutil, como por ejemplo absorber la ansiedad de gente a nuestro alrededor en cualquier lugar, el autobús, el metro, la calle, el trabajo...

Por último, otro tipo de contagio, con repercusiones universales, es el ideológico. La inoculación de las ideas es algo silencioso pero contundente que puede provocar verdaderos estragos en el plano negativo y auténticos avances en el plano positivo. Se puede contagiar el machismo o el feminismo, la xenofobia o la aceptación de la diversidad, la cultura o el analfabetismo, la capacidad crítica o la alienación. En el fondo no estamos preparados para los contagios, sobrevienen sin nuestro consentimiento, de forma involuntaria y se instalan en nosotros como una verdadera realidad. Les invito a ser contagiosos de felicidad, esa que todos llevamos guardada en algún lugar de nuestro corazón.