Este año, por primera vez, la concejalía de Cultura ha sido llamada a Fitur para que la oferta cultural de Alicante sea parte del reclamo turístico de esta ciudad. Es muy buena noticia. La cultura es quizá el activo más menospreciado que tiene Alicante. Es fuente de empleo, es elemento de ocio, educativo, dinamizador de barrios y comercio y, si, también es un argumento de atracción turística. O debería serlo. Nuestra industria del turismo busca sin descanso la piedra filosofal que nos permita desestacionalizar las idas y venidas de visitantes más allá de época estival. Y la tenemos delante de las narices. Una ciudad en la que se celebran más de 70 actos culturales en un mismo fin de semana, que tiene un ejército de artistas de base, que tiene buenos ejemplos de casos de éxito de personas y empresas del sector que están llevando el nombre de Alicante a todas partes debe apostar firmemente por sus Industrias Creativas (las artes, el diseño, la publicidad...) en cualquier modelo de ciudad que busque el éxito. Tanto lo creo que me propongo que sea objeto de debate y programa en la apasionante campaña electoral que se avecina y en la que tendré el honor de participar.

El problema que veo y quiero señalar respecto al uso de la oferta cultural alicantina en el escaparate de Fitur es lo que se ha ido a vender allí. A pesar de hablar de Cigarreras, de MACA y otros importantes centros que deberían ser atractivos turísticos, el «plato estrella», según recogen los medios, es una exposición sobre el «Titanic» en la Sala Municipal Lonja de Pescado. No dudo del interés de esta muestra. El problema es que esta es lo que en gestión cultural llamamos un «paquete»: un agente externo al ayuntamiento ha producido una exposición de tema que puede suscitar el interés del público mayoritario. Ha reunido objetos y elaborado maquetas. Ha hecho una inversión. Ahora, pasea el «paquete» por toda España y por donde se le contrate. Sin entrar en su calidad e interés, la exposición del «Titanic» que veremos en Alicante es exactamente la misma que se ha podido ver en A Coruña, Barcelona, Tarragona, Vigo, León y hasta 9 ciudades que lista su web que han sido visitadas por ella. Lógicamente, no vamos a atraer visitantes de esas ciudades a Alicante con el reclamo de esta muestra. Pero, aunque les atraigamos, no verían nada netamente alicantino, nada original que no se pudiera ver en otras partes del mundo o de España, ningún valor añadido. Su supuesto atractivo turístico se difumina. Este es el modelo por el que está apostando el minigobierno del PP en la actualidad para programar en La Lonja. Suma y sigue, porque con la expo de Van Gogh ya sentaron precedente y ahora con «Titanic» marcan tendencia.

No es el único modelo de programación. No siempre se han hecho las cosas así. Cuando tuve el honor de ser concejal de Cultura de mi ciudad, di la vuelta al modelo existente. El modelo de la lonja de 2016 a 2017 fue el de exposiciones de producción propia, primando calidad y artistas locales, elegidas por concurso público (frente al «ordeno y mando» que imperaba desde hacía décadas) con jurado mixto de personal técnico municipales y personas expertas externas, tal y como se pedían desde la defensa de los códigos de buenas prácticas del sector. Tras un proceso de adaptación, conseguimos aumentar la dotación para artistas, comisarios y producción de las exposiciones hasta alcanzar el de las grandes ciudades de España. De esta forma, dinamizábamos el sector de las artes plásticas alicantinas y ayudábamos a crear empleo en él, creyendo en el talento de esta tierra. No nos preocupaba tanto el número de visitantes como las consecuencias que tenga a largo plazo esa exposición (aunque con el presupuesto adecuado se podría aumentar el alcance de estas iniciativas... por cierto, que el presupuesto de cultura de Alicante es el número 19 entre las 23 ciudades de España de más de 100.000 habitantes). Apostar por el largo plazo cuesta más trabajo y dinero (poco presupuesto necesita el Ayuntamiento para abrir la puerta de la Lonja a una respetable empresa privada y dejar que instale allí su maqueta del «Titanic» y cobre entrada por ello, modelo que no critico en absoluto y que supone una colaboración público-privada a veces necesaria para lograr objetivos importantes, ahora bien, ¿qué objetivos conseguimos con estos «paquetes» en la lonja?). Pero todo lo que merece la pena a largo plazo cuesta. Cabe alegrarse de que continúen exposiciones con este modelo en Alicante organizadas a través del Consorcio de Museos de la Generalitat Valenciana. Ejemplos ilustrativos: si apostamos por nuestras personas que se dedican a la fotografía facilitaremos que entre ellas se den más casos de éxito como el de Cristina de Middel. En otro ámbito: si se organiza un buen festival de música en Bilbao en febrero, lógicamente el público interesado irá a Bilbao en febrero a gastar en su hostelería y en su industria turística en general. Por cierto, que hablamos de un modelo complementario y compatible con otros grandes proyectos de ciudad en marcha, como el distrito digital y, permítanme que insista, cualquier plan para nuestro turismo.

Es suma, a la hora de elegir un modelo de programación cultural para nuestros museos y salas de exposiciones, lo primero que debemos es preguntarnos ¿qué objetivos queremos conseguir? ¿Queremos alcanzar el mayor número de visitantes con el menor gasto posible de recursos? ¿O queremos que las exposiciones sean semilla para la producción artística local o -dicho de otra forma- ayudar a crear empleo en el sector que vayan formando al público en la apreciación del arte y la cultura que existen aquí y son nuestros grandes desconocidos? Incluso se podría optar por un modelo mixto. Yo y mi fuerza política apostamos por el segundo modelo, el del largo plazo, el que evita el «pan para hoy y hambre para mañana», el que celebra la creatividad y originalidad de un Alicante que todavía no entiende que en sus industrias creativas tiene un filón por explotar. Nuestros cargos públicos tienen que asumir de una vez la idea de que copiando a otros seguiremos siendo una «ciudad desmarcada», como señaló el teórico Toni Puig. Cabe desarrollar todo el potencial creativo de Alicante, en el cual yo sí creo. Y eso no se consigue programando «paquetes».