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Sánchez y la testosterona

Cuando la impostura en la política pasa de la frecuencia a ser un tic

Pedro Sánchez ha acusado a la triada de la derecha opositora de "exceso de testosterona" y falta de moderación. Si exceptuamos a Vox, son sin embargo unos tiernos jilgueros. El auténtico macho alfa de la política es el propio Sánchez, que no tiene inconveniente en desafiar a la razón constitucional, cortejar a los golpistas y burlarse del Senado. Ahí está la testosterona bien definida.

Su estrategia para mantenerse a toda costa consiste en la temeraria voluntad de maniobrar hasta el final con los independentistas para obtener el apoyo presupuestario y hacer menos descarado su empeño en seguir sin convocar las elecciones que reclama la mayoría del país. Los arúspices que examinan las entrañas de los votantes no le están quitando por ahora del todo la razón a su estrategia: reflejan el disgusto que produce el coqueteo con el submundo de Puigdemont y los que quieren separarse de España, pero mantienen al PSOE a la cabeza de las preferencias en los sondeos.

Sánchez no había conseguido jamás ese efecto hasta la moción de censura. Ahora se ha enganchado a la opinión volátil; el que manda dispone de alguna ventaja. Al Partido Popular lo acusa de "pactar con la ultraderecha" y a Ciudadanos de "mercadear en Andalucía con los derechos y las libertades de las mujeres". Puede que ello revele parte de la realidad, sólo que lo dice el presidente de un gobierno de España que se ha prestado a negociar contrapartidas con los supremacistas catalanes que se enfrentan a sus instituciones y no tienen reparo en destruir la convivencia.

El mismo que vista y calza que disfruta del apoyo del partido que no hace mucho era brazo político de los pistoleros que asesinaban a compañeros socialistas.

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