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España, ¿un nuevo fracaso de la tolerancia?

El problema identitario español, nunca resuelto

La "anormalidad" histórica española, con respecto al devenir de la Europa civilizada, o la ruta histórica tan diversa que España y Europa han seguido hasta hace apenas unas décadas ha sido el objeto recurrente de estudiosos de todo signo a lo largo de los años, habiéndose producido respuestas variadas, desde los que niegan tal divergencia, hasta quienes ven en ella un hecho diferencial identitario con tonos supremacistas (por todos, buena parte de la generación del 98). No obstante, los episodios de intolerancia no han sido del todo extraños a la Europa transpirenaica -Lutero y Hitler, son claras manifestaciones de ello- aunque de naturaleza excepcional, al menos por comparación con las constantes manifestaciones de la dolencia en España, que enraízan en la expulsión de moriscos y judíos, a manos de los Reyes Católicos, para culminar en la Dictadura franquista, transitando casi sin solución de continuidad por el fanatismo Habsburgo, el absolutismo de Fernando VII, las guerras carlistas y la guerra civil, con el dogmatismo de la Iglesia Católica, como paisaje perpetuo.

El problema identitario español, nunca resuelto y, patente, una vez más, ante el desafío secesionista catalán (que se explica a partir de la concepción de una cierta idea de España - reduccionista- impuesta por unos españoles frente a otros, consistente en la identificación con ciertos principios políticos y religiosos, y de conservación de ciertas tradiciones, de tal suerte que quienes no los comparten son excluidos o considerados antiespañoles, "son la antipatria", recogiendo la expresión del propio Azaña), ha vuelto a desatar los viejos demonios de la intolerancia que amenazan nuestra convivencia. Este nacionalismo español, que siente la pulsión de convertir una supuesta mayoría en la totalidad, arrumbando la pluralidad existente, y negando cualesquiera otros modos de ser y sentirse español, parece estar de regreso. El catalizador no ha sido otro que el nacionalismo independentista catalán, siempre latente, y en los últimos tiempos enredado en un despropósito soberanista, enarbolando el victimismo como gran argumento justificativo.

Tal parece que entre ambos nacionalismos (no quiero entrar en el delicado asunto de las legitimaciones de cada cual) radicales y excluyentes ya no caben modelos compositivos y de convivencia; esto es, ambos quiebran el actual modelo constitucional, diseñado desde la tolerancia, piedra angular de la transición, al cuestionar, unos, la unidad de España y, otros, el actual modelo autonómico (la derecha española nuca se ha sentido -en el fondo- satisfecha con el modelo descentralizado, y este sentimiento emerge recurrentemente ante coyunturas de crisis como la presente), precisamente pensado para cohonestar las diversas maneras de sentirse español, desde la diversidad.

Hemos disfrutado del mayor periodo de nuestra historia en paz, entronizando la tolerancia en nuestro modelo relacional; sin embargo, el gen totalitario y dogmático, tan presente en nuestra historia, no se resigna y pugna por emerger, con la excusa, -ahora- de nuestro frágil modelo territorial. No podemos permitirnos otro nuevo fracaso histórico, y toda vez que quienes personalizan, en términos políticos, este disparate no parecen sino empeñados en profundizar en la desafección y la discordia, solo cabe apelar a la sociedad española (incluida la catalana, por española), para que mandate democráticamente a aquellos políticos que, a fuer de comprometidos con la unidad y la diversidad de España, se esfuerzan denodadamente en construir soluciones de integración y convivencia, por complejas que estas parezcan, renunciando a tacticismos y ventajismos electorales, en beneficio del país, en una correcta y aseada interpretación del verdadero patriotismo.

Este espíritu de integración a partir de la diversidad lo representan, sin igual, estos deliciosos versos de Salvador Espriu: "Diversos són els homes i diverses les parles, i han convingut molts noms a un sol amor". Hagámosle honor al poeta

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