Que las decisiones de los políticos cambian e influyen sobre la vida de las personas es un hecho irrefutable. Nadie puede negar que casi todos ellos en estos extraños tiempos que nos ha tocado vivir anteponen sus intereses y ambiciones personales y los de su partido, al interés general de los ciudadanos. No hace falta ser muy listo para llegar a esta conclusión, simplemente basta con observar el panorama actual en algunos países, incluido el nuestro.
La historia del siglo pasado está repleta de episodios de dirigentes políticos que han sido tóxicos y han puesto en peligro la supervivencia, no solamente de sus estados y su población, sino incluso del mundo. Fíjense ustedes en Stalin, Hitler, Mussolini, que, guiados por sus ambiciones y protagonismo personal, han costado la vida a decenas de millones de personas, o la cerrazón de Kennedy y Kruschev, que estuvieron a punto de desatar una catástrofe nuclear que podía haber terminado con la vida en el orbe. La lista de líderes dañinos para sus propias naciones es amplia: Franco, Pinochet, Videla, Fidel, Sadam, Gadafi, Al-Asad, etc.
Pero no hace falta retroceder tanto en el tiempo para encontrar a políticos perniciosos; sin ir mas lejos, Zapatero en España, con su incapacidad e impericia nos llevó a una crisis económica sin precedentes que empobreció a los ciudadanos durante más de una década por los ajustes y apreturas del cinturón que fue necesario llevar a cabo posteriormente por el Gobierno de Rajoy para no quebrar el país. Otro caso más actual es el de Maduro, que ha sumido a la rica Venezuela en la miseria, o el de Nicaragua, con un dictadorzuelo sátrapa -antiguo sandinista- que empobrece y masacra a sus conciudadanos.
Si nos situamos en el presente, el listado de los políticos tóxicos no acaba ahí y alcanza y afecta a algunos países desarrollados. ¿Les parece poco peligrosa la ocurrencia del británico Cameron convocando un referéndum innecesario para votar la separación del RU de la UE? La consecuencia la estamos viendo todos los días y es que el Reino Unido -una de las naciones más serias del mundo- se ve sumido en un caos político que no son capaces de resolver, con miles de puestos de trabajo y servicios en peligro y con un coste económico inasumible.
No me equivoco si reitero que el mayor riesgo para una nación y su nivel de bienestar acaban siendo sus dirigentes. Si ustedes piensan que también aquí tenemos hoy políticos peligrosos, aciertan de pleno, pues no hay más que ver la enquistada situación de Cataluña por las ambiciones personales de unos pocos trastornados. Esperemos que nuestro Presidente actual reflexione y no siga cayendo en la tentación -para mantener su codicia personal de poder y la de su partido- de apoyarse y hacer concesiones a los que violan la ley para desmembrar la nación. De otra manera pasaría también a formar parte de la nómina de políticos peligrosos y temerarios que han sido perjudiciales para su pueblo.
