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Apoyo a Venezuela

Sostener que el régimen venezolano es democrático y legítimo requiere grandes dosis de sectarismo y escaso conocimiento de lo que es la democracia liberal en la cual vivimos. Solo quienes apuestan por la denominada eufemísticamente popular, que presupone la exclusión de la derecha en todas sus manifestaciones y que constituye, en la clásica estrategia revolucionaria, un paso previo a la dictadura del proletariado, pueden calificar a la venezolana como respetuosa con lo que entendemos en occidente por democracia.

Esta es la cuestión, la inexistencia de acuerdos sobre el significado del término democracia. Para quienes creemos en ella, en el marco político de nuestra Constitución y entorno, Venezuela es un régimen autoritario, excluyente de una parte de la sociedad; para quienes aspiran al sueño comunista, por el contrario, significa un avance hacia la democracia auténtica, la del proletariado, que es una dictadura y régimen de pensamiento único. Son estos últimos lo que aprecian en el país latinoamericano elementos democráticos. Zapatero entre ellos.

Por eso es imposible un debate entre dos posturas tan diametralmente opuestas y llegar a consensos entre quienes defendemos un sistema pluralista, de alternancia y que considera legitimas todas las opciones por naturaleza y aquellos que solo admiten el sistema occidental como medio para avanzar hacia la consolidación de otro que lo sustituya, radicalmente diferente y excluyente de ideologías disidentes. No hay discusión posible entre posiciones tan incompatibles y radicalmente opuestas.

Para cualquier demócrata no socialista revolucionario, anacrónico, Venezuela es el paradigma de una dictadura en ciernes. Un país en el que la Asamblea Nacional, legitimada por unas elecciones, ha sido condenada al ostracismo y sustituida por una fraudulenta Constituyente, creada por y para anular la decisión popular y sentar las bases de una democracia no liberal; un país en el que su Corte Suprema es dependiente del Ejecutivo; un país en el que los partidos opositores son excluidos de los procesos electores y sus líderes encarcelados; un país en el que los medios de comunicación contrarios al régimen son cerrados; un país en el que su ilegítimo presidente, Maduro, ha surgido de unas elecciones fraudulentas, con partidos ilegalizados y votos incontrolados, no es un país democrático liberal. Pero sí en progresión hacia la democracia puente entre la vigente y el ansiado sistema comunista. Cuando Podemos e IU respaldan y tildan de democrática a Venezuela, pues, lo hacen porque representa su modelo a seguir, que, no obstante, respaldan entre dudas y arrepentimientos ante la debacle humanitaria en que vive y el hecho de que el diez por ciento de la población ha tenido que salir ante la realidad del hambre, la miseria, el autoritarismo y la vulneración de los derechos humanos. Ni una lágrima o protesta de estos partidos por los más de veinte muertos en los últimos días. Ni una lágrima o protesta por la represión, cuando aquí aprecian como atentados a la libertad hechos que en Venezuela serían anecdóticos.

Llama la atención que tantos articulistas se muestren tan cautos en la postura a tomar ante el drama venezolano. Prestos en calificar de fascistas y peligrosos derechistas a los partidos de derechas europeos, liberales, dudan al atribuir al régimen venezolano el calificativo que merece y exigir una respuesta contundente frente a ese sistema dictatorial y autoritario. La facilidad con la que repudian a la derecha democrática se torna en prudencia o temor ante las dictaduras de izquierda.

Sánchez, esta vez, a pesar de sus iniciales reticencias, está actuando adecuadamente en el marco común de la UE. Positivo es exigir elecciones inmediatas como paso previo al régimen a variar y adaptarse al sistema occidental común. Se pide a Maduro elecciones libres, no limitadas a los partidos de izquierda. Se le pide, en fin, democracia en el sentido europeo. Afortunadamente se obvia a un Zapatero que, en este caso, de nuevo, da muestras de su absoluta incoherencia.

Ahora bien, debemos ser conscientes de que esta exigencia es imposible de atender. Porque hablar de Maduro y democracia es un oxímoron. No cree en la democracia, en la nuestra, sino en otra bien diferente, que presupone presos políticos y media sociedad anulada y sin derechos. La exclusión de esa mitad es inseparable de su modelo político en el que no caben partidos de derechas, opositores en general y en la que se reprime a quienes disienten del régimen. Por la propia naturaleza del llamado socialismo revolucionario.

El llamamiento a Maduro a que convoque elecciones libres es tan inútil, como complejo saber qué hará Europa ante la evidencia de la desatención a su llamamiento. Poco o mucho, las consecuencias las pagarán los venezolanos que permanecen en el país y las culpas del fracaso del régimen se imputarán al capitalismo. Dar tiempo solo puede responder a movimientos internos que desconocemos. Solo si estos existen, tiene lógica el aplazamiento. En otro caso, todo habrá sido pura apariencia. Los próximos días nos darán claves para entender la posición española y de la UE.

España, no obstante, tiene una gran responsabilidad histórica en la Región. No podemos ir de la mano, sino al frente, cuando se trata de países con los que mantenemos lazos fraternales. Asumamos lo que fuimos y seamos coherentes con nuestro pasado. Es el momento.

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